viernes 19 de abril, 2024
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Presidencialismo y Parlamentarismo

Juan Carlos Ambrosoni
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Juan Carlos Ambrosoni

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Por Juan Carlos Ambrosoni
En Latinoamérica diversos teóricos han puesto sobre la mesa de la Ciencia Política lo que ya podríamos decir que es un clásico tema de discusión, ¿el Presidencialismo funciona como debería? Y las respuestas que podría dar el Parlamentarismo ante situaciones críticas. El debate nace del análisis histórico del continente, donde la inmensa mayoría de los países no han exonerado rupturas de sus democracias en reiteradas ocasiones, en lo que se afirma que las flaquezas del sistema han llevado a la agonía del régimen democrático en esta parte del mundo.
Uruguay, Argentina, Brasil, Estados Unidos o cualquier país americano que se le venga a la cabeza operan con modelos presidenciales, donde el mandatario es electo por el pueblo de manera directa o semidirecta. En lo que sería la alternativa, que plantean autores referentes al igual que Linz, el parlamentarismo lograría dar respuesta a las debilidades que presenta el presidencialismo. En el último sistema la ciudadanía elige al parlamento y este designa un primer ministro (jefe del Poder Ejecutivo), así marchan países como Inglaterra, primordial ejemplo. Pero ¿Por qué los primeros en sus endebleces hacen sacudir la democracia? Hay cuatro principales motivos: la falta de flexibilidad, el inmovilismo, el juego de suma cero y la elección directa. Cada uno tiene sus ambigüedades y también sus respuestas desde el otro modelo en cuestión. Primero, la carencia de flexibilidad deriva de que los presidentes tienen constitucionalmente mandatos de duración fija, por lo que en momentos de crisis sociales u económicas, (salvo un juicio político o renuncia) no se los puede suplantar; el modelo inglés no define la permanencia en el tiempo del primer ministro, por lo que el mismo, en situaciones críticas, puede ser remplazado mediante el mecanismo de voto de censura para retirar el voto de confianza. Segundo, el inmovilismo resulta de que no precisamente el ejecutivo posee apoyo mayoritario en el parlamento, lo cual una relación de no coincidencia entre ambos poderes deja al gobernador con poca capacidad de maniobra; en su par, esto no sucede, ya que la principal figura y su gabinete emana y son electos por la cámara, habiendo una mayoría conformada que deje actuar sin tantas restricciones. Tercero, el juego de suma cero o el ganador se lo llevan todo, bajo ciertos mecanismos electorales el triunfador podría ser hegemónico, por lo que no necesitaría formar coaliciones y por ende genera menos representación para los partidos; a diferencia, los parlamentarios necesitan forjar mayorías para designar sus jefes de gobierno, por lo que diversas fuerzas políticas asumirían responsabilidades. Por definitivo, la elección directa es capaz de optar por outsiders sin experiencia política; lo que no ocurre en la asamblea, ya que son los mismos representantes quienes designan al jerarca, que habitualmente son líderes partidarios.
Cabe aclarar que está frente a vuestros ojos que nuestro país goza de buena salud democrática, aunque otros no, y ahí es donde surge la cuestión. Como vemos, el sistema originario de occidente presenta fundadas alternativas teóricas a las problemáticas que hacen tambalear al régimen, y que de hecho, sucedió en múltiples instancias en lo que transcurre del siglo. No se pretende aquí afirmar ni mucho menos que el Parlamentarismo es mejor y funcionaria a la perfección en América o principalmente Latinoamérica. Pero da para pensar… ¿Estamos aptos para desarraigarnos de nuestra costumbres electorales? ¿Funcionaría este modelo?