sábado 20 de abril, 2024
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Hace varios años

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Habíamos terminado la eucaristía de cada día y comenzaba a cerrar la puerta de reja que da a la vereda del templo.
Una de las personas volvió sus pasos para preguntarme: “¿Podríamos hacer una comida con tus “amiguitos”? “¿Cuándo sería?” “¿Podría ser el sábado?” “Bueno, mañana hablamos”
Al día siguiente el tema de la eucaristía se limitó a conversar sobre lo que se me había propuesto.
La mesa debía ser compartida entre todos. No era cuestión de abrir un comedor.
Los invitados a acompañarnos serían cuida coches y alguna otra persona en situación especial.
La participación sería por invitación y no se recibiría a cualquiera que se presentase.
Para adquirir lo necesario se realizó una “vaquita” donde cada uno de los presentes aportó cien pesos.
El jueves me dediqué a encontrarme con mis “amiguitos” y formularles la invitación.
Así llegamos a aquel 21 de mayo de un día otoñal donde el frío superaba a un sol presente pero sin mucha fortaleza.
Cerca de las nueve de la mañana comenzó la actividad. Un grupo de mujeres iban y venían organizando todo mientras un señor se dedicaba a organizar la comida.
Cerca del medio día comenzaron a llegar. Algunos, dada la cercanía de su casa con el edificio parroquial, lo hicieron a pie. A otros los debía pasar a buscar con el coche.
Mientras llevaba a aquel particular pasaje me preguntaba cómo habrían de sentirse. No podía ocultar mi temor a que se sintiesen fuera de lugar o que no se sintieran cómodos.
Al llegar fueron recibidos como si fuesen conocidos de toda la vida y ello me hizo crecer la tranquilidad en mi interior.
Ellos eran, aproximadamente seis o siete, nosotros éramos otro tanto. Presentaciones y preguntas abundaban y la comida fue transcurriendo en un clima de tranquila aceptación.
Han pasado varios años. Lo que comenzó como una comida se ha prolongado en muchas comidas compartidas.
Varios de aquellos de la primer “mesa compartida” ya no están más físicamente.
La mayoría de los que prepararon aquella primer comida aún continúan integrados a la actividad y se han sumado otros que han permitido la actividad continuase ininterrumpidamente.
Con el paso del tiempo hemos podido ir acompañando a muchos de ellos que nos han permitido entrar en sus vidas.
Hemos podido saber de la dureza de sus vidas y las razones que le han conducido a su realidad actual.
Hemos podido saber de los estragos que, en algunos de ellos, ha producido el alcohol.
Hemos podido valorar lo que cada uno tiene frente a la realidad de muchos que, pese a saberse muy golpeados por la vida, no bajan los brazos y sueñan.
Hemos podido aprender a no quejarnos constantemente ante las realidades de ellos que son capaces de reír pese a lo que les toca vivir.
Es evidente que a lo largo de este tiempo hemos debido enfrentar situaciones no muy cómodas y, en alguna oportunidad, desilusionante pero, como lo hacen ellos, hemos aprendido a seguir adelante.
Si bien la pandemia nos obligó a modificar algunas situaciones, hemos podido continuar hasta llegar a comenzar un nuevo año.
Todo hace que crezca el GRACIAS de todo corazón a todos y cada uno de quienes nos han dado una mano para que esta actividad fuese posible.
A los que han compartido nuestra mesa y a quienes las preparaban.
A quienes nos han brindado la generosidad de su solidaridad desinteresada.
A quienes nos han cuestionado permitiendo corregir errores o reafirmar caminos.
Hace varios años comenzamos y hoy solamente podemos decir: GRACIAS Dios por habernos brindado esta oportunidad.