jueves 25 de abril, 2024
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Pegotines

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Tengo un conocido que encuentra gran satisfacción en poner pegotines en su termo.
Puede colocarlos en lugares insólitos como en la manija o uno sobre otro. También es posible encontrar alguno invertido.
Lo que le importa es pegar esos pegotines que pide o que encuentra en alguna bolsa de residuos.
En oportunidades se le ocurre volver al termo original y arranca todo lo pegado y se pone en campaña para obtener nuevos.
Con el respeto que me merece la comparación, creo así sucede con muchos de los textos evangélicos.
Algunos hechos y algunas palabras de Jesús, allí narrados, no son otra cosa que un algo que debemos animarnos a ver más allá del mismo texto para encontrarnos con la verdad de Jesús.
Quedarnos en la literalidad del texto es como quedarnos en los pegotines del termo de mi conocido.
No es que los textos sean inventos sino que son una forma de transmitirnos una verdad que debemos saber descubrir.
Ello implica que debamos realizar una lectura madura y comprometida.
Recuerdo en una oportunidad le dije a una persona que hiciese la prueba de leer cualquier texto evangélico preguntándose qué le decía tal texto.
Poco tiempo después me comentó que había intentado hacer lo que le había sugerid y no supo encontrar ningún eco puesto que en el primer texto Jesús le hablaba a los fariseos y en el segundo que intentó le hablaba a sus discípulos y ella no era ni fariseo ni discípulo de Jesús.
Sin duda no supo mirar detrás de los pegotines. Se quedó en ellos.
Es evidente que no es una búsqueda científica la que se debe realizar puesto que ello es para algún especialista.
La nuestra es una búsqueda desde la interpelación personal.
Es ese animarnos a levantar el pegotín y preguntarnos: “¿Qué me dice?”. También podemos preguntarnos: “¿Qué dicen de Jesús?”
Son dos preguntas bien simples que nos pueden ayudar en nuestra búsqueda de esa verdad que se oculta detrás de los pegotines.
Pensemos que los hechos narrados fueron sucedidos hacía mucho tiempo atrás y resulta casi imposible conservar la memoria literal de lo sucedido.
Son hechos o palabras que pasan por el tamiz de la memoria o el sentir de las primeras comunidades y que no tienen como finalidad relatarnos la historia biográfica de Jesús sino despertar, en los oyentes de tales textos, la fe en la persona de Jesús como Mesías.
Muchas veces leemos los textos evangélicos como si fuesen relatos históricos y nos quedamos en ellos y no hacemos otra cosa que infantilizar nuestro acercamiento a Jesús.
En oportunidades consideramos una osadía imperdonable el animarnos a asomarnos detrás del pegotín cuestionando o buscando desde la letra del texto.
Nuestra relación con Jesucristo necesita crecimiento constante y, para ello, necesitamos no temer levantar los pegotines y hurgar detrás de ellos para encontrar la verdad.
Los relatos evangélicos son un conjunto de signos que debemos saber desentrañar y, por ello, animarlos a realizar una lectura crítica de los mismos.
Jesucristo nos pide autenticidad y para ello, cada uno de nosotros debe tener la libertad madura como para levantar los pegotines y buscar detrás de cada uno de ellos.
Sin libertad y madurez nuestro cristianismo se vuelve un cumplir obligado por lo que nos han enseñado o por lo que nos dicen.
Libertad y madurez implica no buscar para responder a nuestros intereses particulares sino dejarnos guiar por la búsqueda de la verdad.
En oportunidades nos limitamos a quedarnos con los pegotines puesto que hacer tal cosa es mucho más simple y fácil puesto que la verdad de Jesucristo siempre nos involucra y complica la vida.