jueves 18 de abril, 2024
  • 8 am

Las heridas de la vida

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Miraba la ropa con la que ando para decir que trabajo y me doy cuenta de que tienen un enganche (rotura) provocada por algún alambre. Quise recordar donde lo habría podido hacer y la verdad que me fue imposible. Pero si me ubicó en el hecho de que, si me hubiese provocado una lastimadura, me sería mucho más fácil recordar donde me lo hice. Pero me trajo a la mente, el hecho de cuantas veces tenemos rupturas y no nos acordamos como fue que se nos hizo. No importa, en muchos casos que fue lo que provocó esa lesión pero el dolor que se sintió que se vivió nos vuelve a la memoria el hecho lo que aconteció.
Uno en esos casos entiende porque se dice que la vida es como un rosal, muy lindas flores pero tienen a las espinas, que nos sacan del estaxis que nos provocan las flores, nos lleva a ser cuidadosos para no sentir en nuestro cuerpo, el dolor que ellas provocan.
Cuantas veces nos sentimos doloridos en el correr de nuestra vida. Recordar cada cicatriz que presenta nuestro cuerpo es imposible ya que si nos piden que recordemos cómo nos hicimos las que tenemos en nuestras manos, la verdad que es imposible. Si vamos a recordar las grandes, las fracturas y el resto son como saber que usamos (gracias a Dios) las manos o las piernas, las nombro ya que son los lugares que más nos lastimamos comúnmente.
¿No hay acaso, similitud, con la vida de cada uno? En nuestro andar ¿no hemos sido “lastimados”, en mayor o menor grado? Cosa que normalmente no se hace, es pedirle a Dios que nos ayude a superar y soportar ese momento. Sabemos y estamos convencidos que va a pasar, pero nos olvidamos de pedir una mano, para que ese mal momento pase lo más pronto posible y no nos deje una cicatriz que no cure enseguida.
Es acá donde se mide, indirectamente o directamente, nuestra fe. La forma como se encare la lesión, la voluntad (con ayuda o no) de aceptación, frente a dicho mal que sufrimos, son termómetros de sentirnos seres humanos débiles, pequeños y sensibles frente a la vida. Gran señal de nuestra realización como personas.
Hay heridas que no se ven, en nosotros, y tienen la particularidad de que son muy dolorosas, porque la lastimadura es interna y los remedios para curarlas son realmente muy personales. Nuestra creencia, la aceptación, la humildad y el convencimiento, pueden llegar a ser los curativos para dicho mal. La mente juega un gran papel en estos casos, como también el poder estar ocupado y no dejarnos estar en el recuerdo. Por más que a un ser querido es imposible olvidar y el recuerdo, en pequeñas cosas que él realizaba, vuelvan y nos quiera “voltear”, tenemos que recurrir a nuestra fuerza interior, pedir ayuda y superar ese estado de ánimo que nos quiso entrar. Creo que sea, muy normal “saborear” esos instantes y poder evocar esa lastimadura o ruptura, en nuestra ropa interior, a no buscar donde o como se hizo, sino orientada a los momentos felices que se pasó antes de tener ese percance.
Más de una vez, nuestra mente nos lleva por el camino de buscar, de tratar de encontrar, el momento de ese percance y no es malo que eso suceda dado que es parte de la vida misma ya que ella está compuesta de un pasado, presente y un futuro.
¿Dónde habré provocado la ruptura de mi ropa?