Por el Padre Martín Ponce De León
Desde hace tiempo, en el patio de casa, ha florecido una planta de aloe.
Sus abundantes flores rosadas llenan de color ese lugar del patio.
Sin duda que debe resultar atractivo, tanto derroche de color, para abejas y picaflores puesto que todo el día se pueden ver entre las flores.
Cuando escuché mencionar a los “tente” no sabía a lo que se hacía referencia y, luego, aprendí era una expresión local para referirse a los picaflores.
Por ello cuando me dijo: “Mire, los tentes se están llevando el olor” sabía de lo que se estaba refiriendo.
No, por eso, dejó de llamar mi atención su interpretación de la presencia de los picaflores en el entorno de las flores del patio.
Su mirada de una flor está desprovista de todo contenido técnico y, según su entender, las flores tienen color y olor.
Los picaflores no podían estar haciendo otra cosa que “llevándose el olor”
Sé que, científicamente, su observación no posee ningún asidero pero es muy válida desde su limitada cultura.
Reiteradamente, el Papa Francisco ha manifestado la necesidad de que “los pastores tengan olor a oveja”
Habla del “olor” como una realidad que no hace otra cosa que poner de manifiesto su cercanía con esas personas a las que se debe por vocación y tarea.
Pero, desde nuestro bautismo, todos somos parte de esa tarea de “pastores” en nuestra relación con los demás.
Nos llegamos hasta los demás no para, simplemente darles de lo que se es, sino, fundamentalmente, para ayudarles a que puedan dignificar su condición de personas.
Por ello es que su observación me hizo pensar en esas personas que pasan por la vida regalando el olor de su presencia.
Jamás pasan desapercibidas puesto que su sola presencia motiva un aroma particular en su entorno.
Puede ser por su cercanía, por su ternura, por su solidaridad, por su entrega incondicional y desinteresada, por la sencillez de su alegría o por su calidez humana.
Constantemente están obsequiando el olor de su presencia.
Lo hacen, como las flores del patio, simplemente estando y ello es suficiente.
Lo hacen, como las flores del patio, para que otros puedan disfrutar de su realidad y su solidaridad.
Son seres que ayudan a que alguien se supere sabiéndose alguien porque atendido o escuchado.
No necesitan de grandes discursos ni deslumbrantes signos. Simplemente con su presencia es más que suficiente.
Regalan el olor de su presencia desde pequeños gestos cotidianos y, con ello, hacen que la realidad se transforme un algo y se haga más digna.
Debo reconocer que no puedo dejar de observar con ojos grandes de admiración y respeto a esos seres que son capaces de regalar su olor con total naturalidad.
Han logrado brindar lo esencial de su ser. Han logrado poner al servicio de los demás eso que dice de su más valiosa condición de ser humano.
Es evidente que no es posible “llevarse el olor” pero no dejan de ser una clara y elocuente lección de lo que es una vida con un sentido pleno y realizador.
Sucede que tratar de aprender de esas personas implica un compromiso que complica la vida ya que exige un renunciamiento personal muy importante.
No alcanza con tener “olor” sino que se hace necesario ponerlo a disposición de los demás gratuitamente.
“¿Las flores se quedan sin olor?”
“No, hacen más siempre que le llevan un poco”
Sí, así de simple es la realidad de quienes saben brindar su olor puesto que constantemente están experimentando la necesidad de brindarse un algo más.
Permiten “se lleven su olor” pero siempre están generando un algo más.
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