jueves 28 de marzo, 2024
  • 8 am

La inflación y el dólar

Estudio Signorelli & Altamiranda
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Ec. Joaquín Forrisi
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La inflación a julio cerró en 7,3%, mientras que la inflación subyacente, aquella que excluye de la medición precios administrados y volátiles, estuvo en el eje del 8%. Si bien la dinámica de los precios se ha desacelerado, la misma se mantiene por fuera del rango meta, que actualmente está entre 3% y 7%, y estará entre el 3% y 6% a partir de setiembre del próximo año.
La Ley de Presupuesto del año pasado proyectó una inflación de 6,9% para 2021 y 5,8% para 2022, lo que era un ambicioso objetivo del Poder Ejecutivo y del Banco Central. La Encuesta de Expectativas Económicas publicada por el BCU en agosto muestra que los analistas esperan para 2021 una inflación de 7,2% y el dólar en $ 44,2, mientras que para el 2022 se proyecta una inflación de 6,9% y un tipo de cambio de $ 46,4.
Con la prioridad de llevar la inflación al centro del rango meta, el BCU ha tomado acciones concretas de política económica y de comunicación. Respecto a la primera, el Comité de Política Monetaria resolvió elevar la Tasa de Política Monetaria (TPM) 0,5%, dejándola en 5% anual. Respecta a la comunicación, el Presidente del BCU, Ec. Diego Labat, descartó que el BCU tenga un objetivo de tipo de cambio.
A pesar del incremento de la tasa de interés, la política monetaria en Uruguay sigue siendo expansiva, ya que con una inflación próxima a 7% y una TPM de 5%, la tasa real, aquella que descuenta la inflación, es negativa. De hecho, la tasa de política monetaria neutra estimada por la autoridad monetaria es del 2% real, por lo que para una inflación de 7% la tasa de referencia a partir de la cual la política monetaria pasaría a ser contractiva, debería ubicarse en 9% o más.
Esto no implica que la tasa de interés se vaya a ubicar en ese nivel en los próximos meses. Existe amplia bibliografía de que si los agentes confían en el compromiso del de la autoridad monetaria de controlar la inflación, estos modifican sus conductas e indirectamente contribuyen con el objetivo.
Bajar la inflación es un objetivo indispensable en la agenda del BCU si espera continuar con la desdolarización de la economía, hacia donde ha dado pasos importantes interactuando con sectores de la economía que típicamente transan en dólares, como automóviles e inmuebles.
Sin embargo, este no es un camino exento de riesgos. Si bien la tasa real en pesos es negativa y para capitales extranjeros, la tasa implícita en dólares podría ser tentadora para efectuar la estrategia de “carrytrade”, lo que presionaría a la baja al dólar.
Esta estrategia consiste cambiar dólares a pesos, colocar los pesos a una tasa atractiva en moneda nacional y, una vez vencida la colocación, volver a convertir los pesos a dólares.
Esta estrategia es “ganadora” siempre que el tipo de cambio se mantenga estable. Si bien no se aprecian condiciones para crisis de balanza de pagos a raíz del “carrytrade” -como ocurriera en la Argentina en el año 2019- sí podría ocurrir que el ingreso de capitales aprecie la moneda y, en consecuencia, perjudique la competitividad de las exportaciones.
Es clara la señal que el BCU está dando a los agentes en cuanto a que habrá de priorizar la estabilidad de precios por encima de la actividad, pero si en el corto plazo se observa una apreciación que impacte negativamente en la competitividad y el empleo, la política económica deberá ser explícita en sus prioridades.