jueves 25 de abril, 2024
  • 8 am

El mundo de las fantasías

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Es casi invariable el manifiesto interés que todos tenemos por historias de personas, vinculadas tanto a acontecimientos reales como ficticios que generan un relato por alguien contado y que de acuerdo a los condimentos que el autor le ponga a esa historia, generará un interés y una curiosidad casi fantasiosa por intentar saber cómo sigue el cuento y cómo será el desenlace.
Ignoro cuál será el motivo de esa atracción tan especial que genera una respuesta tan peculiar de los sentidos que se sienten tan gratamente estimulados al seguir el hilo de una historia, casi como si el lector, el escucha o el espectador fueran parte, por más que la historia sea atemporal, muy antigua o de personajes ficticios o territorialmente lejanos.
Sin dudas que esa atracción parte de un atavismo ancestral que hace que los niños, muy pequeños, no bien pueden comprender precariamente el idioma materno, ya se sienten fatalmente atraídos por cuentos a los que quieren escuchar una y otra vez.
Pareciera ser que la gente quiere siempre saber de qué se trata, con una avidez desmedida, tanto que la industria de las novelas, de los cuentos, comedias, parodias, sainetes, llevadas a los libros, teatros, cine o al simple relato, mueven fortunas incalculables y ni que hablar de la curiosidad por la historia personal de cualquiera de los personajes y hasta de los actores que los interpretan.
Parecería que los dramas ajenos, en la medida que se pueden mirar desde afuera sin que nos involucren, por más escabrosos que sean, son disfrutables desde mi platea, total, después me levanto y me voy, sin consecuencias por más que hayan muerto todos los protagonistas.
Las fantasías más estrepitosas enganchan a todo el mundo tal como si fueran reales.
Pareciera que la realidad es mucho menos atractiva que las fantasías en las que el mundo transcurre en una suerte de dimensión paralela.
Resulta que la realidad que nos rodea es demasiado dura y hay que buscarle otra versión, una versión libre trepada a la imaginación, la que puede moldear a gusto cada historia y al gusto del consumidor.
A mí también me gusta inventar, dejar volar la imaginación, fantasear caprichosamente acerca de acontecimientos que violan las reglas de la física y que carecen de cualquier sustento lógico y que no se compadecen para nada de la realidad, es necesario instalarse transitoriamente en el limbo, dejando que la mente vuele, que se pierda en la inmensidad, que traspase muros irreales sin sustentos y crear utopías y hasta trasmitir esas fantasías para que otros también las disfruten, una rebeldía total contra todas las limitaciones que impone la vida real, ya que el mundo de la mente es absolutamente libre de fantasear como cada uno quiera sin violar el derecho de nadie.
Yo mismo, he inventado cuentos que he publicado en este mismo espacio con varios capítulos sucesivos que los lectores suelen comentarme tales como la historia del lagarto Nolberto Enrique, las abejas asesinas y los gatos piqueteros, la historia del perro eléctrico, la larga historia de un lobisón, o la historia del gato invisible, o la del chancho flaco.
Y ese mundo mágico e irreal que atrae a millones, que agotan las ediciones de los cuentos, novelas, de relatos, que llenan los teatros y los cines, que entretienen y confirman que la mente es tan libre como cada uno quiera o permita que sea, para retozar sin ataduras, total, después la realidad será dura, pero quizás no tanto con la mente reconfortada por haber hecho uso del incomparable privilegio de disfrutar de las ideas y fantasías, propias y ajenas.