sábado 20 de abril, 2024
  • 8 am

Yo juego de trabajar

César Suárez
Por

César Suárez

201 opiniones

Por el Dr. César Suárez
Hace más de treinta años, a un sobrino que no tenía más de cinco y que rondaba en torno mío mientras yo hacía tareas, le pregunté, ¿vos, de que trabajás? A lo que me respondió rápidamente y con total convicción, yo trabajo de jugar. Ante una tonta pregunta, una respuesta muy espontánea e inteligente.
Esa respuesta me quedó años rondando en mi pensamiento comprendiendo que hay una edad para cosa y cada uno debe cumplir la función que le toca en el momento que le toca o le corresponde. Mi sobrino sin duda estaba cumpliendo cabalmente la tarea que le correspondía con su edad disfrutando plenamente de la misma, intentado crecer mientras formaba su personalidad en un entorno adecuado para él, después tendría tiempo de encarar otras responsabilidades, pero la responsabilidad de ahora era jugar y la desarrollaba honorariamente y sin horarios, era una obligación natural que él la desarrollaba sin perturbarse.
Si n embargo los términos trabajar y jugar suelen colindar y a veces superponerse y en ocasiones, trabajo y juego terminan por ser la misma cosa con única diferencia que el juego, para conservar su esencia, termina cuando deja de ser divertido y el trabajo por más divertido que sea, hay que cumplir con a como dé lugar y obviamente, cuando algo demasiado de lo mismo termina por generar hastío.
Hay profesionales a los que se les paga por jugar y ese es su trabajo, en ese rubro están incluidos todo tipo de deportes que no sólo se les denomina juego sino que son también un divertimento para quienes los practican y disfrutan, no cuando descansan sino cuando les toca jugar o sea hacer el trabajo por el que se les paga.
Así como en los deportes profesionales jugar, aparte de divertir, es una necesidad para lograr un salario, jugar durante la niñez es también una necesidad imprescindible para formar la personalidad, estimular la integración social y madurar los afectos.
Sin embargo, la necesidad de jugar se prolonga mucho más allá de la niñez y frecuentemente para el resto de la vida, el juego es una necesidad casi imperiosa que cada uno la encara de acuerdo a sus preferencias y cada uno lo practica de acuerdo a sus posibilidades a sus virtudes, a sus capacidades y a su forma de disfrutar y así como hay profesiones que cobran por jugar, muchos de los mortales pagan por jugar o pagamos por ver jugar a otros. El juego está inmerso en nuestras vidas y es una de las mejores formas de disfrutarla.
Hay otros juegos que ya no resultan tan saludables, incluidos en los juegos de azar que mayoritariamente comienzan con gran ilusión pero que suelen terminar en una gran decepción que aportan a los que participan una gran emoción y la fantasía de ganar dinero, pero esa adrenalina inicial suele invertirse al final del juego y la desilusión termina por afectar masivamente a la mayoría transformándose en una diversión perversa para finalizar con un resultado exactamente inverso al buscado.
A veces el juego también implica tomar una decisión trascendente, elegir, jugársela, una suerte de timba meditada, optar por lo que ese momento se entiende más conveniente para el futuro personal, en ocasiones una timba necesaria para encarar el destino, pero donde la inteligencia y el esfuerzo juegan un papel trascendente si se quiere ganar.
Sin duda que la vida es un juego permanente, pero en ocasiones nos toca uno que no nos gusta, pero a veces nos queda otra alternativa que jugar en un juego ajeno donde sólo se divierte el “dueño de la pelota”
Lo deseable sería que todos los niños, al igual que mi sobrino pudieran “trabajar de jugar” y pudieran disfrutar a pleno de su infancia y los adultos pudiéramos todos “jugar de trabajar”, disfrutando de nuestra tarea, realizándola con placer y eficiencia y ojalá que a todos los que les pudiéramos preguntar a que les gusta jugar nos pudieran contestar “a mí me gusta jugar de trabajar”