jueves 18 de abril, 2024
  • 8 am

Averiguar la vida de los demás: ¿Un aporte?

Adriana López Pedrozo
Por

Adriana López Pedrozo

7 opiniones

Por Adriana
López Pedrozo
No todo el mundo cree, entiende, siente la somatización.
A veces la negamos, pero desde mi experiencia personal, confirmo.
Inmediatamente de una noticia o sobresalto me sobreviene un fuerte dolor de cabeza.
Ante un hecho real y muy doloroso, me duele el estómago, tengo acidez, no reacciono inmediatamente emocionalmente, pero luego y en cualquier momento lloro cataratas, en silencio.
Acudo a ayuda médica y salgo con algunos medicamentos que me sirven de muleta.
Pero…el dolor en el pecho persiste hasta que vamos aceptando el nuevo camino que a veces elegimos y a veces nos empujan a tomarlo.
Es así que nos encontramos con terapias convencionales y alternativas.
Hacemos todo.
Estamos seguros de que lo necesitamos para sobreponernos.
LO ALTERNATIVO
Hacemos una búsqueda de lecturas.
Acudimos a escritores médicos, psicoanalíticos jounguianos, psicólogos, la religión.
Luego, a medida que vamos levantándonos, asistimos a misas, sesiones de meditación, yoga o reiki.
Lo que a cada uno le llegue más y, aunque vayamos descreídos, la mochila va disminuyendo de peso.
Vamos aceptando cosas hasta crueles que nos han sucedido “sin comerla ni beberla”.
Empezamos a pensar en cómo poder perdonar, hasta que encontramos la forma y se nos abre una ventanita de luz en el alma.
En el transcurso, nos hacemos muchas preguntas, autocríticas, nos culpamos absolutamente de todo el entorno, sin pensar que…hay otros seres en ese entorno y que quizás las cosas sucedieron porque: “por algo pasan las cosas”.
En mi caso aparece la frase de mi antecesora: “lo que pasa aquí, ya pasó allá”.
PROYECTOS Y METAS
Algo que hemos aprendido en esta pandemia 2020-2021, es la improvisación y el adecuarse al día a día.
En la primea etapa, agradecíamos y rezábamos por nuestros seres queridos y nosotros mismos.
Cuando aparecieron las vacunas, se produjeron diferentes reacciones: quienes la aceptaban y quiénes no.
Una elección muy personal.
Una elección a respetar.
Ya en la segunda y tercera dosis, todo fue más natural.
Ya el “hoy”, pasó a ser todo un desafío.
Creo firmemente que los plazos “ya no serán los de antes”.
Escuchamos a la gente decir: “que rápido pasó la semana”, “voló este mes”, “este año ya está terminando”.
Los planes son a menor escala, los proyectos a menor tiempo.
Recordamos a la persona que ayer la/o vi, tiene Covid, pasó a cuidados intensivos…partió.
Asombrados agradecemos en lo que creemos, Dios, el Universo, una entidad, una religión, un culto, el seguir acá.
Pero nos damos cuenta de la misión y le vamos encontrando la respuesta al “a qué vine al mundo”.
Si.
La vida sigue, pero ya no somos los mismos, aunque suene a cliché. Los niños están más alertas a la naturaleza, nosotros mismos ansiamos y disfrutamos ese momento de descalzarnos en el paso, leer en la sombra, levantar la vista cuando un pájaro se posa cerca, escuchar el silencio, el ruido del río, lago, mar, cascaditas.
Empezamos a darnos cuenta de la somatización.
Escuchamos las advertencias de nuestro cuerpo, priorizamos el alma, el espíritu, el corazón.
Nos damos cuenta que somos: cuerpo, espíritu y alma, por lo que ponemos en nuestra lista, como primer ítem: la paz interior.
LA PAZ INTERIOR
Innegociable, no se puede definir.
Cada uno la siente, percibe, se da cuenta, la disfruta.
Y, si la perdimos en algún momento, la buscamos nuevamente y la cuidamos mucho más.
Nuestra respiración se vuelve más presente.
Ante una situación que nos desborda, con una meditación, nos aflojamos y calmamos, sólo siguiendo el transcurso de la inspiración y la exhalación.
A veces ponemos un sahumerio, o cualquier otro elemento que nos aromatice el lugar que tenemos en ese momento, Nos llama la naturaleza, donde al descalzarnos y pisar el suelo fresco, el contacto con el pasto, mirar lejos, va convirtiéndose en una meditación.
¿Y QUE?
Sin pensar, muchas veces, caemos en el lugar de víctimas.
Contamos sin parar a todo el que quiere oír, lo mal que la pasé.
Lloramos, ¿y qué?
No lloramos, ¿y qué?
Nos creemos firmemente las opiniones de personas que, sin conocernos, buscan, inventan, hacen bolas de nieve de acontecimientos personales, ¿y qué?
Después de leernos, nos damos cuenta que somos el espejo de nuestro interior y quizás esas personas…tienen dentro tantas cosas para sufrir que se entretiene con lo externo.
Porque, la verdad, no es fácil mirar para adentro.
Auto conocernos.
Autoevaluarnos.
Darnos cuenta cuál es el aporte que hacemos cuando afirmamos algo, y aparece como dice el dicho: “el poder de la palabra”.
Como lo tomemos, nos da el grado de vulnerabilidad en el que estamos en determinado momento. Y eso nos lleva a la fuente. En algún momento el universo confabula un encuentro. Y, al escuchar las explicaciones, nos preguntamos el porqué de los cuentos sin fundamentos.
¿Y qué?
Conversamos y seguimos nuestro camino.