sábado 20 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada

SÁLVESE QUIEN PUEDA

47 % DE LOS EMPLEOS SERÁ REEMPLAZADO POR ROBOTS O
COMPUTADORAS INTELIGENTES. ¿QUIÉN ESTÁ PREPARADO?

Desde que un estudio de la Universidad de Oxford pronosticó que 47 % de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 o 20 años, no he podido dejar de pensar en el futuro de los trabajos. ¿Cuánta gente perderá su empleo por la creciente automatización del trabajo en el futuro inmediato? El fenómeno no es nuevo, pero nunca antes se había dado tan aceleradamente. La tecnología ha venido destruyendo empleos desde la Revolución industrial de fines del siglo XVIII, pero hasta ahora los seres humanos siempre habíamos logrado crear mucho más fuentes de trabajo que los que habíamos aniquilado con la tecnología. ¿Podremos seguir creando más oportunidades de las que eliminamos?
Las noticias nos ofrecen un ejemplo tras otro de cómo el proceso de destrucción creativa de la tecnología está logrando crear nuevas empresas, pero a costa de terminar con otras que empleaban mucha más gente. Kodak, un ícono de la industria fotográfica que tenía 140.000 empleados, fue empujada a la bancarrota en 2012 por Instagram, una empresita de apenas 13 empleados que supo anticiparse a Kodak en la fotografía digital. Blockbuster, la cadena de tiendas de alquiler de películas que llegó a tener 60.000 empleados en todo el mundo, se había ido a la quiebra poco antes por no poder competir con Netflix, otra pequeña empresa que empezó mandando películas a domicilio con apenas 30 empleados. General Motors, que en su época de oro llegó a tener 618.000 empleados y hoy día tiene 202.000, se ve amenazada por Tesla y Google, que están desarrollando a pasos acelerados el auto que se maneja solo y que tienen respectivamente 30.000 y 55.000 empleados. ¿Les pasará a los empleados de General Motors lo que les pasó a los empleados de Kodak y Blockbuster?
La desaparición de empleos está aumentando de forma exponencial, o sea, a pasos cada vez más acelerados. En años no muy lejanos hemos constatado la gradual extinción de los ascensoristas, las operadoras telefónicas, los barrenderos que limpiaban las calles con rastrillos, y muchos obreros de fábricas manufactureras, que están siendo reemplazados por robots. En Estados Unidos están siendo reemplazados los cajeros de las casillas de cobranza de los estacionamientos y los empleados de las aerolíneas que atienden al público en los aeropuertos. En Japón, los meseros de muchos restaurantes ya están siendo reemplazados por cintas movedizas y hasta los chefs de varios restaurantes de sushi están siendo sustituidos por robots. Ahora están siendo amenazados su trabajos no solo los trabajadores manuales, sino también quienes realizamos tareas de cuello blanco, como los periodistas, los agentes de seguros, los contadores, los abogados y los médicos. Prácticamente no hay profesión que se salve. Todas están siendo impactadas -al menos parcialmente- por la automatización del trabajo.
Mi propia profesión, el periodismo, está entre las más amenazadas. The Washington Post ya está publicando noticias políticas escritas por robots, y casi todos los diarios estadounidenses publican resultados deportivos y noticias bursátiles redactados por máquinas inteligentes. Los periodistas tendremos que admitir la nueva realidad y reinventarnos o nos quedaremos fuera de juego. Y lo mismo ocurrirá con prácticamente todas las ocupaciones.
Hasta los propios responsables de la revolución tecnológica –figuras como el fundador de Microsoft, Bill Gates, y el fundador Facebook, Mark Zuckerberg- están admitiendo por primera vez que el desempleo causado por la tecnología, el así llamado desempleo tecnológico, podría convertirse en el gran conflicto mundial del siglo XXI.


Datos extraídos del libro Sálvese quien pueda, del periodista argentino Andrés Oppenheimer.