lunes 19 de mayo, 2025
  • 8 am

Concreto y real

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por Padre Martín Ponce De León
A lo largo de la Semana Santa miramos a Jesús y lo podemos identificar con realidades muy nuestras. Dicha identificación se hace muy notoria en la celebración del viernes.
Al verlo en la cruz descubrimos todas nuestras miserias allí plasmadas. Pero cuando llegamos a la resurrección como que se nos termina la identificación. Hablamos de cosas bastante abstractas, de fe o de esperanzas. Pero muy poco lo hacemos nuestra a esa realidad de Jesús.
Sin embargo, hacemos afirmaciones tales como: “Está vivo y transita nuestra historia” o “Camina con nosotros”. Es bueno sentir que la resurrección no es una realidad abstracta o una utopía. Debemos aprender a ver al resucitado en nuestras realidades cotidianas. Debemos aprender a ver al resucitado presente en la realidad de los demás.
Cuando alguien nos regala su sonrisa allí está el resucitado. Cuando alguien nos brinda el calor de su mirada allí está el resucitado. Cuando alguien nos presta un hombro o su oreja para que nos desahoguemos allí está el resucitado.
Cuando alguien nos tiende desinteresadamente su mano allí está el resucitado. Cuando alguien nos acepta tal como somos allí está el resucitado. Cuando alguien nos brinda un abrazo lleno de afecto allí está el resucitado. Cuando alguien nos hace saber queridos allí está el resucitado. Cuando alguien nos permite quererle allí está el resucitado.
Cuando alguien lucha por lograr sus sueños allí está el resucitado. Cuando alguien nos impulsa a intentar ser mejores allí está el resucitado. Cuando alguien no baja los brazos pese a las dificultades allí está el resucitado. Cuando alguien brinda su tiempo a los demás sin esperar a cambio allí está el resucitado. Cuando alguien vive el intento de ser coherente allí está el resucitado. Cuando alguien sabe contemplar a Dios en medio de su día allí está el resucitado. Cuando alguien lucha por la unidad allí está el resucitado.
Cuando alguien busca creativamente por ayudarnos a tener comunidades más fraternas y celebrantes de la vida allí está el resucitado. Cuando alguien sabe contemplar la gratuidad de Dios en las pequeñas cosas cotidianas allí está el resucitado.
Cuando alguien…………. y podría continuar, interminablemente, enumerando realidades nuestras y concretas que no hacen otra cosa que hacernos saber que la resurrección de Jesús no es una abstracción ni una utopía.
Lo de Jesús resucitado es un algo que nos involucra porque hace a nuestra vida.
Por eso creer en ello es testimoniarlo. Un testimonio que se realiza desde cosas muy nuestras y muy concretas.
Es desde la vida que le trasmito. Es desde lo que nos rodea que se lo comparte.
Nuestra realidad de testigos de su presencia viva no es un algo que tiene mucho de doctrina o de institución, es un algo que debe estar llena de vida. Es en y con nuestra vida que somos testigos de su resurrección.
Es desde nuestras cosas más propias como una mirada, una sonrisa, un abrazo o algún gesto de cercanía. Es desde nuestras cosas que somos testigos de una vivencia que va mucho más allá de una creencia.
Nuestro ser testigos del resucitado debe nacer de la convicción de que es algo tan bello que no podemos ocultarlo o esconderlo. Cuando lo descubrimos en nuestra vida ello debería ser mucho más que un algo para nosotros.
Debería ser un algo que, sin proponérnoslo, lo testimoniamos. Todo lo nuestro debería hablar por sí de esa vivencia. No somos testigos por un propósito, para una tarea puntual. Somos testigos por convicción y porque nos desborda tal experiencia en nuestro interior.
Por ello la resurrección de Jesús no tiene nada de abstracto ni de utópico.