martes 15 de julio, 2025
  • 8 am

Cambalache

César Suárez
Por

César Suárez

266 opiniones

Por Dr. César Suárez
En la columna anterior estuve analizando la conducta humana en el curso de la historia donde se repiten situaciones de conflictos generados en parte por la idiosincrasia individual, fenómenos estudiados por analista, historiadores, filósofos y destacaba que siempre, los más optimistas intelectuales han soñado con una sociedad nueva de conductas racionales, solidaria, justa, humanista, empática, convergente sin embargo la historia conocida ha demostrado que la sociedad perfecta no existe y en cada persona se intercalan sentimientos contrapuestos que luchan en la cabeza de cualquiera, movidos por la naturaleza de cada uno, por el entorno, por el temor, por la miseria, por el hambre, por la incertidumbre, por la angustia existencial, por lo valores altruistas o la mezquindad y de esa mezcla emergen la actitudes que se repiten tal cual, en cualquier sociedad y en cualquier momento de la historia.
También hacía referencia a las reflexiones que hacían acerca de la conducta humana antiguos filósofos que siguen siendo válidas 2500 años después porque aparentemente, nada ha cambiado y había prometido comentar acerca de un testimonio más cercano a nuestra época que también analizaba la conducta humana a través la poesía tanguera en forma muy ingeniosa.
Hace 91 años que el autor Enrique Santos Discépolo, en 1934, escribía el tango “cambalache” al que también le puso la música, haciendo referencia a la corrupción y el caos social de la época pero que se hace contemporáneo en cualquier momento histórico y en cualquier lugar.
Cambalache es una suerte de negocio, más bien informal donde se realiza trueque o venta de cosas usadas de poco valor o un valor muy inferior al que pagó el dueño original y donde las operaciones eran poco trasparentes, más bien turbias donde cada elemento comercializado suele tener un origen poco claro y donde se mezclan la más diversas ofertas dispuestas en un desorden caótico.
Discépolo encontró metafóricamente en estos tipos de negocio un modelo similar a ciertas conductas operadas en la sociedad.
Al igual que cada uno en su época entiende y valora que la sociedad a tocado fondo “pero el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, no hay quien lo niegue”, pero reconoce que siempre hubo problemas y no tiene esperanza de que algo cambie “El mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también”
Expresa su desazón ante esta realidad muy difícil de escapar, “vivimos revolvacaos en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseaos”.
Se queja de la falta de reconocimiento a la gente honrada, “hoy resulta que es lo mismo derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor” y sigue “da lo mismo que sea cura colchonero, rey de basto o polizón”
Y según manifiesta que en ese cambalache que es la sociedad, nada se respeta “igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida y herida por un sable sin remaches ves llorar la biblia contra u calefón”
Aquí me detengo comentar acerca al “sable sin remache”, se refiere a un gancho simple y sin adornos que antiguamente se colocaba al lado del inodoro en un baño colectivo de un conventillo donde se colgaba el papel higiénico, como en esa época el papel higiénico era escaso y caro, se usaba cualquier tipo de papel, entre ellos, papel de biblias que era fino y suave, que se repartían gratis para evangelizar a la población y los infieles le daban otro uso. “y herida por un sable sin remaches ves llorar la biblia contra u calefón”.
Y así se multiplican los relatos acerca de la conducta humana en diferentes y en cada etapa de la humanidad, tendremos que seguir buscando las convergencias, pero lamentablemente la condición humana es como es, tan difícil de encaminar.