Se realizó en el predio de la Asociación Agropecuaria de Salto, un taller sobre evaluaciones genéticas ovinas, organizado por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) y la Sociedad de Criadores de Merino Australiano del Uruguay (SCMAU). El Ing. Agr. Gabriel Ciappessoni, genetista de INIA, indicó que "es un taller que viene demandando la Sociedad de Criadores de Merino hace tiempo".
El Merino uruguayo se ha transformado en uno de los programas genéticos más avanzados de América Latina y, en varios aspectos, del mundo. Esta posición se debe, según el técnico, a más de dos décadas de trabajo conjunto entre los criadores, INIA y el SUL. "Tenemos más de 25 años trabajando juntos en mejora genética, asociados siempre a las evaluaciones nacionales", señaló.
Ese trabajo acumulado permitió consolidar progresos importantes en características clave como diámetro de la fibra, peso de vellón, peso corporal y múltiples rasgos productivos y adaptativos. A esto se suman áreas de investigación que están llevando al país a la vanguardia mundial.
Uruguay, líder en genómica Merino
Ciappessoni señaló que "el Merino es la única raza ovina del país que tiene evaluación genómica". Esto implica que, además de datos fenotípicos y genealogía, se integra información de ADN a los modelos de selección.
El avance no es menor. "Hoy tenemos evaluación de consumo, eficiencia y metano apoyada en genómica. Ni Australia lo tiene todavía", remarcó, poniendo en perspectiva la magnitud del paso dado por Uruguay. La capacidad de medir eficiencia alimenticia y emisiones abre un portón hacia nuevos mercados y hacia una genética que responde no solo al desempeño productivo, sino también a las crecientes exigencias ambientales.
El genetista recordó que el progreso logrado en programas como Merino Fino o Crilu 2 se sustentó en pilares complementarios: manejo, nutrición, reproducción y, especialmente, genética. Ese enfoque integral permitió que Uruguay avanzara más rápido que otros países en varias características, aprovechando tanto la importación inicial de genética como el progreso propio generado en las cabañas nacionales.
Genética y fenotipo
Ciappessoni enfatizó que el Merino no puede entenderse únicamente desde el laboratorio, "nuestra prédica siempre ha sido que hay que complementar herramientas. Ninguna vino a sustituir a la otra", advirtió.
Recordó que, hace años, muchos criadores temían que la selección por finura llevara a animales "feos", pequeños o con mala conformación. Sin embargo, la experiencia demostró lo contrario. La selección objetiva, combinada con el conocimiento de los criadores, permitió obtener animales que "tienen muy buenos datos genéticos" y, al mismo tiempo, destacan por su exterior y su funcionalidad.
Ese equilibrio se observa en las pistas del Prado, en las exposiciones regionales y en los programas de selección de cabañas históricas como las pruebas que se desarrollan en la Unidad Glencoe de INIA, donde se integran datos genéticos y clasificación visual. "Lo que no evaluamos genéticamente lo evalúan los cabañeros en el campo", explicó, resaltando que el saber tradicional sigue siendo un componente esencial de la ecuación.
La evolución del objetivo de selección
En la trayectoria de 25 años de mejoramiento Merino, el objetivo de selección se amplió y complejizó. Al comienzo, el foco estaba en dos rasgos centrales: diámetro y peso de vellón. Luego se incorporó peso de cuerpo, y más tarde, largo de mecha y resistencia parasitaria. Actualmente, Uruguay está sumando consumo residual, eficiencia alimenticia y emisiones de metano.
"La incorporación de nuevas características no se detiene", afirmó Ciappessoni. En algunos casos, el mejoramiento de un rasgo alcanza un nivel óptimo y se estabiliza. Así ocurrió con el diámetro: "Hubo un momento en que se decidió que habíamos llegado al nivel que queríamos". Pero la agenda científica continúa avanzando y el Merino uruguayo se adapta en la misma dinámica.
Cada nuevo rasgo, sin embargo, demanda más información, mayor disciplina de registro y un trabajo sostenido de las instituciones y los criadores. Pero también genera oportunidades comerciales. El especialista fue claro al respecto: "Hay empresas internacionales dispuestas a pagar más por la lana si se está trabajando para disminuir las emisiones de metano". Es decir, algunos rasgos tienen impacto directo en la producción y otros, en el acceso a mercados diferenciados.
¿Cuánto demora el progreso genético?
Para evaluar la velocidad de mejora, Ciappessoni repasó la historia reciente. En diámetro, el avance fue rápido porque se importó un diferencial de selección desde Australia. En peso de cuerpo y peso de lana, el progreso se repartió entre lo aportado por la genética australiana y lo generado por los criadores uruguayos.
Pero hoy, en eficiencia alimenticia y metano, Uruguay está solo, en el mejor sentido del término. "En consumo y eficiencia somos los únicos que estamos midiendo en Merino", explicó. La velocidad de mejora, en esos rasgos, dependerá exclusivamente del trabajo local.
Los rasgos relacionados al bolsillo del productor (lana, peso, diámetro, consumo) seguirán teniendo prioridad, pero las características ambientales ya forman parte integral de la agenda del Merino moderno.
¿Central de progenie?
En la reunión se planteó la posibilidad de volver a tener una central de pruebas de progenie, como existió en otras épocas. Ciappessoni fue claro: no se descarta, pero la justificación debe ser sólida. "Hay que balancear el costo y el beneficio", indicó.
Desde el punto de vista estrictamente genético, su aporte sería limitado. Uruguay ya cuenta con 27 cabañas, núcleos como Glencoe y Crilu 2, y una estructura de evaluación poblacional muy robusta. "La neutralidad ya está dada", afirmó.
Lo que sí podría aportar una central es un valor social: un espacio de reunión, observación y aprendizaje entre productores. "Tiene un efecto más sociológico que genético", explicó. Y recordó que casi todas las razas ovinas transitaron ese camino: primero centrales de progenie, luego evaluaciones poblacionales más eficientes y sostenibles.
El mensaje final del genetista refleja el espíritu del Merino uruguayo: ciencia aplicada, tradición cabañera y una visión de largo plazo. "El progreso genético depende de nosotros", dijo, sintetizando la responsabilidad colectiva que tienen criadores e instituciones.