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Domingo 14 de Diciembre, 2025 127 vistas

Ing. Agr. Julio Derregibus: La horticultura avanza hacia una producción sostenible

La horticultura se encuentra inmersa en un profundo proceso de transformación metodológica, con el control biológico y los principios de la agroecología como pilares de una nueva forma de producir. El Ing. Agr. Julio Derregibus, coordinador del proyecto FPTA 383, que se lleva adelante en conjunto con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), describió los alcances y los avances de esta iniciativa que busca reducir drásticamente la aplicación de productos químicos y proteger la salud ambiental y humana.
El proyecto FPTA 383 E tiene como eje fundamental el control biológico y persigue un objetivo claro y múltiple: "menos aplicación de agroquímicos y tratar de cuidar el medio ambiente y tener más agroecología". Esta línea de trabajo no se limita a un área específica, sino que abarca una significativa porción del territorio nacional, demostrando un compromiso de amplio alcance. 
El trabajo se está realizando activamente con productores en los departamentos de Paysandú, Bella Unión, Salto, Artigas, Maldonado, Canelones y Montevideo. La magnitud del esfuerzo se refleja en las cifras: están involucrados "algo de 160 y algo de predios de productores y algo de 20 técnicos y otro tanto de monitoreadores", conformando un cuerpo técnico y productivo dedicado a la implementación de estas prácticas avanzadas.
El Beneficio Primario y el Cambio Cultural
El resultado más significativo de este proceso no es meramente técnico, sino cultural y sanitario. La adhesión del productor al cambio de paradigma es la clave del éxito. "Lo más importante es que el productor está entendiendo el cambio", destacó el ingeniero Derregibus, quien enfatizó que el primer beneficiario directo de la reconversión es el propio productor y su entorno familiar. "El primer beneficiario de esto es el productor y su familia, porque es el que estaba en contacto con los agroquímicos", afirmó, poniendo en perspectiva la mejora en las condiciones de trabajo y la reducción de la exposición a sustancias tóxicas.
En la práctica, esta transformación ya ha generado logros tangibles en el campo. Se ha registrado una baja sustancial en la utilización de plaguicidas, dejando a los agroquímicos tradicionales como una "última alternativa". Aún en esos casos excepcionales, la elección es rigurosa: se buscan únicamente aquellos productos que son "de bajo impacto ambiental, que por suerte los hay".
La clave biológica del éxito radica en una acción fundamental: al retirar los insecticidas de amplio espectro y de alta toxicidad, el sistema productivo consigue "favorecer la fauna benéfica". Esta fauna, esencial para el equilibrio ecológico del cultivo, se encontraba previamente deprimida o eliminada por la química agresiva. Al cesar la aplicación nociva, se observa un "aumento de la fauna benéfica que trabaja a favor del productor". Como consecuencia directa de este proceso virtuoso, los productos que llegan al mercado salen "con menos residuos", convirtiendo al consumidor en el "beneficiario directo de esta transformación".
Monitoreo Clave y la Baja de Ansiedad
El cambio de una lógica de "aplico por si acaso" a una de "intervengo solo si es necesario" exige un cambio de mentalidad y un apoyo técnico constante para el productor. La ansiedad por ver algún insecto y la consecuente reacción de aplicar inmediatamente deben ser controladas, un desafío que requiere educación y acompañamiento. "Lo que más tratamos de hacer con los productores, educarlos en ese sentido y no tenerla. Bajar la ansiedad", explicó el ingeniero.
Para este fin, el rol del monitoreador se ha vuelto "un personaje clave en la agronomía". Esta figura es la encargada de hacer el seguimiento detallado de la situación en el predio, controlando "la presencia de la plaga, cómo va aumentando y la presencia de enemigos naturales". El monitoreador, junto con el técnico, evalúa la necesidad real de intervenir, discutiendo "si es necesario o no discutiéndolos con el técnico, si hay que aplicar o no".
Cuando la intervención se vuelve imprescindible, se recurre a la biología como arma principal, aplicando "insecticidas biológicos como ser hongos, entomopatógenos, Bacillus, bacterias, hongos, antagonistas, preparados orgánicos". Los beneficios de esta elección no son solo ambientales, sino también en la calidad final de la producción. Las plantas tratadas bajo este sistema "crecen más verdes, no tenemos problemas de de floración, no se cae la fruta". Además, se evita el daño estético que a menudo causa la toxicidad de los productos químicos: "muchas veces, a veces el químico es muy fuerte y termina afectando o dejando una roña o afectando físicamente la calidad estética del fruto".
Fortaleciendo el "Ejército" de Controladores Naturales
Un aspecto innovador y crucial del proyecto es la estrategia para asegurar la presencia y la eficacia de la fauna benéfica, lo que se traduce en una inversión de largo plazo en el capital biológico del predio. Uruguay cuenta con una ventaja significativa en este campo, pues "tenemos en Uruguay fábricas de bioinsumos que son nacionales", además de una "fábrica de producir Crisopa que son enemigos naturales". Si bien muchos de los productos que entran al mercado son importados, la existencia de una base industrial local fortalece la autonomía del sector.
La tarea actual del proyecto va más allá de no aplicar químicos; se enfoca en alimentar a los aliados naturales. "Lo que estamos favoreciendo y de eso se trata la charla en el día de hoy, es lo que es ayudar más a la fauna". La lógica es simple: no solo se está dejando de aplicar insecticida, sino que "lo estamos favoreciendo, pero ahora le estamos dando alimento en los meses invernales, en los meses que hay poca presa".
Este refuerzo nutricional es vital, ya que muchos controladores biológicos, como "los insectos, parásitos, parasitoides, depredadores, necesitan presas y necesitan alimento en invierno". La solución está en la botánica: "Entonces las flores dan el flujo de néctar y el polen, que es la proteína en las cadenas biológicas de alimenticias de los insectos". Al proporcionar esta nutrición en los meses de menor actividad, se logra un efecto multiplicador: "vamos creciendo esa población y cuando tenemos el ingreso a la plaga, tenemos una fuerte, un ejército de enemigos naturales que salen a controlar la plaga".
Certificación y el Reconocimiento al Esfuerzo Productivo
Toda esta transformación, si bien beneficiosa en términos de salud y medio ambiente, debe ser sostenible desde el punto de vista económico. El Ing. Agr. Derregibus fue claro al señalar que el productor debe ser recompensado por su esfuerzo y por el cambio metodológico. "Esto es un negocio. En definitiva, los números tienen que cerrar".
Por ello, el proyecto FPTA 383 ha integrado el componente de certificación. Actualmente, se está trabajando en la certificación de la producción de tomate, estableciendo normas de producción rigurosas que son verificadas mediante auditoría. La iniciativa se está extendiendo a otros rubros relevantes como el cultivo de frutilla y el de sandía.
La meta final es lograr la diferenciación del producto en el mercado, permitiendo que el consumidor identifique y valore la producción bajo control biológico y agroecología. La idea es que "en un futuro se logre diferenciar ese producto", lo que se traduce directamente en la necesidad de "que haya un plus para el productor" que justifica la inversión en tiempo, monitoreo y bioinsumos. Así, el proyecto no solo asegura un alimento más limpio y sano para el consumidor, sino que también garantiza la viabilidad económica de los productores que apuestan por esta agricultura del futuro.