martes 22 de octubre, 2024
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Confesiones de un conspiranoico

Carlos Arredondo
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Carlos Arredondo

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Por Carlos Arredondo
Antes de comenzar a desarrollar el tema que quiero abordar, me gustaría confesar que en tiempos de pandemia yo usé tapabocas. Llegué a tener 25 en mi casa – del tipo y el color que buscaras -. Seguí el relato oficial como si fuera la verdad revelada. Esperaba las conferencias de prensa donde presidencia hacía una puesta a punto de la situación, y anunciaba las nuevas medidas como si fuesen un partido de la selección uruguaya por el mundial.
Por aquellos tiempos, por la radio, yo me plegaba a los llamados gubernamentales, convencido que “los científicos” que veía, escuchaba y leía en los medios, eran personas altruistas, capaces, y honestas.
Realmente creí que al noveno día de agarrarte el bicho te iba a faltar el aire. Me tragué horrorizado las imágenes de gente muerta en las calles de alguna ciudad cercana que me mostraban en la tele.
Estaba tan ensimismado teniendo miedo que creí a pie juntillas aquello de que se podía estar enfermo sin tener síntomas, y ni te cuento cómo me comí el verso de que el PCR era una forma eficaz y seria para detectar el virus.
Compré: Compré el distanciamiento social, el aislamiento de los viejitos, los saludos con el puño y también compré a las vacunas.
Durante todo el 2020 en ningún momento puse en duda que estuviéramos en una emergencia sanitaria real.
Pero a finales de aquel año la vieja y terca, VERDAD empezó a revolotear frente a mis ojos y no me quedó otra opción que empezar a verla.
A principios de 2021 después de horas y horas de televisión consumiendo pandemia, covid, muertes, miedo, miedo -y más miedo-, y todo lo que el relato oficial me ofrecía en su exclusivo menú pandémico-mediático, comprendí que estábamos ante una gran estafa. La más descomunal estafa a la que había sido expuesta nuestra población, esta vez como parte de una estafa global.
Como fichas de un dominó comenzaron a caer las mentiras, que siempre habían estado frente a mis ojos, pero por estar preocupado teniendo miedo, no lograba ver.
Poco a poco comenzaron a llegar los problemas. Los primeros indicios vinieron desde adentro; es que mi conciencia me obligaba a decirle a las personas que me escuchaban por la radio la VERDAD, y mi razón me decía: “Te van a tratar de loco, vas a perder todo, nadie más te va respetar” y cosas por el estilo. Mi conciencia me empujaba hacia donde siempre me empujó, y mi razón pedía cautela. “No hay tiempo para ser cautos” decía una. “El desprestigio va a ser tal que no vas a trabajar nunca más”, decía la otra. El final es conocido, decir las cosas como eran (son) es la única opción.
Otro de los indicios de que un nuevo problema estaba en puerta fue ocasionado por el tapabocas. Las abrumadoras evidencias de su inutilidad, los grandes perjuicios que provoca en nuestra salud y las negativas implicancias psico-sociales, me llevaron a desistir de usarlo. Una y otra vez me negué a usarlo, no faltaron discusiones con guardias de seguridad, miradas reprobatorias, comentarios insidiosos, y una larga lista actitudes producto del miedo -que yo también había tenido-.
Aun recuerdo las caras del Presidente Lacalle, de Álvaro Delgado y de Daniel Salinas cuando explicaban la importancia del tapabocas y los medios una y otra vez remarcaban que el tapabocas salvaba vidas ¿Te acordás?
El 5 de mayo de 2023, la pandemia ya había terminado y el activista Fernando Vega a través de un pedido de información realizado al MSP, entre otras cosas, solicitó saber; “si vuestro Ministerio dispone de evidencia científica que pueda justificar una mínima evidencia superior al 10% en eficacia entre grupos de ensayo con y sin tapabocas”. La respuesta del Ministerio fue: “Aún no existe evidencia científica publicada. La experiencia no publicada de los profesionales de salud expresa que en los ámbitos hospitalarios el uso de mascarilla disminuye el contagio de enfermedad de transmisión respiratoria”. Así de simple lo confiesan: Así de simple se ríen en tu cara.
Si, el tapabocas fue una farsa, pieza de un relato pandémico mentiroso y vil que se prepara para volver, pero a mí ya no me va a encontrar.