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El falso sindicalismo: Cuando la defensa del trabajador es solo un disfraz político

Por Pablo Vela
Durante décadas, el sindicalismo ha sido un actor clave en la conquista de derechos laborales. Pero hoy, esa bandera histórica se encuentra manchada por quienes utilizan el sindicalismo como herramienta política antes que como verdadero canal de defensa del trabajador. El caso del sindicato municipal en Salto es un claro ejemplo de este fenómeno: un falso sindicalismo que, en lugar de representar los intereses genuinos de los funcionarios, actúa como un apéndice más de la izquierda partidaria.
Este tipo de sindicalismo distorsionado no lucha por mejorar condiciones laborales con argumentos sólidos ni con diálogo honesto. Su objetivo es netamente político: oponerse sistemáticamente a cualquier administración que no responda a su ideología, aún cuando ello signifique ir en contra de los propios trabajadores. Cuando el sindicato pierde independencia y se transforma en un brazo militante, deja de ser una herramienta de representación legítima para convertirse en una máquina de agitación, desinformación y bloqueo.
En Salto, se ha vuelto casi caricaturesca la forma en que este sindicato actúa: paralizaciones injustificadas (en el pasado y las que anuncian a pocos días de haber asumido un nuevo intendente), discursos vacíos de contenido laboral realy una constante negativa al diálogo si la interlocución no es con «los suyos» o a su manera. Esta actitud no solo perjudica la gestión municipal, sino que deja a los trabajadores sin un interlocutor válido. Además de perjudicar a Salto, de seguir perjudicando del departamento todo. Porque, seamos claros: un sindicato que responde a intereses partidarios no puede defender con honestidad a sus afiliados. Ni tampoco dejará que se cumplan con las tareas esenciales para siquiera el mantenimiento de la ciudad y del interior.
Lo más grave es que este tipo de sindicalismo «militante» erosiona la confianza de la sociedad en las organizaciones laborales. Causa un profundo daño a la causa sindical, alimentando la idea (lamentablemente cada vez más extendida, sobre todo en los jóvenes y en los trabajadores privados) de que todos los sindicatos son parte de un aparato ideológico, cuando en realidad existen gremios auténticos, responsables y comprometidos con la justicia social, sin necesidad de subordinarse a ningún partido.
El sindicalismo debe recuperar su esencia: representar a los trabajadores desde la autonomía, la responsabilidad y la búsqueda real de soluciones. El sindicato municipal de Salto debería preguntarse si está cumpliendo ese rol o si ha elegido convertirse en lo que muchos ya ven: una oficina satélite del Frente Amplio.
La izquierda tiene derecho a participar del debate político como cualquier otro actor. Lo que no tiene derecho es a disfrazarse de sindicato para avanzar sus intereses partidarios a expensas de los trabajadores y de toda una comunidad.
ADEOMS en definitiva es un claro ejemplo de esto último. Durante 10 años calló ante el uso y abuso de recursos económicos y humanos en pos de sostener al Frente Amplio en el Gobierno. Hoy, a escasos 10 días de trabajo del gobierno electo “fogonean” paralizaciones que solo perjudican al ciudadano de Salto que votó, por un gran margen de diferencia, el cambio en la forma de gobernar, algo que parece que a algunos no parece gustarle demasiado.
La realidad indica que como país democrático que somos, deberían darse cuenta y defender los derechos de los trabajadores de la Intendencia de Salto como corresponde, para que la Intendencia sea orgullo de todos, gobierne quien gobierne, no solo abrazarse a los beneficios de unos pocos.