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Sábado 06 de Diciembre, 2025 107 vistas

Uruguay reclama volver hablar de la fiebre aftosa, mientras la región deja de vacunar

La reciente ola de reconocimientos de países del Cono Sur como libres de fiebre aftosa sin vacunación ha reconfigurado el mapa sanitario de la región. "Tenemos que volver a hablar de fiebre aftosa", resumió Marcelo Rodríguez, director de los Servicios Ganaderos, tras participar en el Taller Regional celebrado en Asunción. Mientras Brasil y Bolivia celebran el paso a estatus sin vacunación, Uruguay mantiene la vacunación y reclama mayor atención sobre los riesgos.
Un mapa regional que cambia de reglas
En el foro participaron autoridades sanitarias de la mayoría de los países del Mercosur y especialistas de organismos multilaterales, en un clima que algunos definieron como "el inicio de una nueva era". La transición de Brasil y Bolivia a la condición de libres sin vacunación implica que alrededor de 250 millones de bovinos dejan de recibir protección preventiva, una circunstancia que modifica radicalmente la gestión del riesgo y las expectativas comerciales. 
Para Uruguay esa transformación obliga a redefinir prioridades: si bien la región -salvo excepciones como Venezuela- acumula logros sanitarios notables, la eliminación de la vacunación incrementa el escrutinio internacional y exige sistemas de vigilancia más sensibles y ágiles.
Rodríguez advirtió que la mayor vulnerabilidad ya no es solamente regional sino global. "El peligro puede provenir de virus exóticos frente a los cuales nuestras vacunas no ofrecen cobertura", explicó, y puso énfasis en vectores poco obvios como fomites, cargas marítimas o residuos alimenticios a bordo de buques. Esa amenaza externa obliga a combinar la vigilancia tradicional con protocolos reforzados en puertos, fronteras y vías de comercio internacional, junto con una capacidad de respuesta inmediata.
Entre la vacunación y el mercado
La paradoja que enfrenta Uruguay es palpable: la vacunación protege, pero al mismo tiempo obliga a demostrar ausencia de virus para mantener el acceso a determinados mercados. "El comprador dice: si vacunan, demuéstrenme que no tienen aftosa", sintetizó Rodríguez. En la práctica, eso traduce costos constantes en control, certificación y trazabilidad para un país que hoy administra un esquema sanitario preventivo frente a una región que, en algunas áreas, se mueve sin vacunación.
Ante ese dilema, las autoridades uruguayas proponen no abandonar la inmunización sino reforzar la vigilancia y la capacidad reactiva. El calendario incluye dos simulacros nacionales de respuesta en 2026, uno de gabinete y otro en campo, que serán ejecutados en coordinación con la industria frigorífica y el Instituto Nacional de Carnes (INAC). La meta es afinar los tiempos de detección y reacción, acortar la ventana en la que un foco puede propagarse y validar mecanismos de compartimentación y zonificación que permitan minimizar daños comerciales.
Banco Regional de Vacunas
En ese marco, Uruguay trabaja para integrarse al Banco Regional de Vacunas (BANVACO), una iniciativa que ya agrupa a Brasil, Paraguay, Ecuador y Bolivia y que plantea un mecanismo de reserva de antígenos y formulación rápida. Presentado por PANAFTOSA en el taller de Asunción, el banco opera bajo un modelo que permite producir dosis específicas en cuestión de días ante la aparición de serotipos exóticos como Asia 1 o las líneas SAT 1, SAT 2 y SAT 3, frente a las cuales Uruguay no vacuna de forma rutinaria. Según Rodríguez, "la aftosa siempre se gana con rapidez"; disponer de antígenos y vacunas listas no es una opción técnica sino una póliza mínima frente a escenarios de alto impacto.
Uruguay formalizó su voluntad de ingreso en la COSALFA realizada este año en Santa Cruz de la Sierra y ahora avanza en el cumplimiento de requisitos técnicos y financieros con vistas al horizonte de 2026. La lógica del banco es clara: la inversión para participar es menor que el costo económico y sanitario de una respuesta tardía, y la coordinación regional amplifica la capacidad de contención sin que cada país deba sostener una infraestructura propia de producción acelerada de vacunas.
Del diagnóstico a la prevención sostenida
El llamado de Uruguay no es a la alarma, sino a la prudencia estratégica. La región ha avanzado, pero el éxito exige mantener sistemas robustos de vigilancia pasiva y activa, protocolos de bioseguridad en puntos de entrada y rutas comerciales, y ejercicios regulares que prueben la coordinación público-privada. Además, la discusión técnica sobre compartimentación, zonificación y restitución del estatus, impulsada por organismos como la OMSA, instala nuevas exigencias normativas que los países deberán incorporar con rapidez.
El taller en Asunción dejó en claro que la próxima etapa de la lucha contra la aftosa será menos local y más global: no basta con mirar al vecino; es imprescindible monitorear flujos comerciales, fortalecer controles en puertos y terminales y asegurar cadenas de respuesta armadas con antígenos y vacunas. Uruguay, al poner la cuestión nuevamente en la agenda, busca que la región combine el éxito sanitario con la preparación para lo inesperado: la velocidad será la diferencia entre contener un brote y enfrentar un desastre económico y sanitario.