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Los perros de Armando: Una diferencia insalvable

Por Armando Guglielmone.
Una cita muy usada frecuentemente reza: “cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”. Y esto no es algo meramente poético, cuando lo decimos es porque vemos o sufrimos cosas provocadas por personas que jamás las haría un perro. La falta de valores, de empatía, lealtad y compasión que abundan hoy en día llevan a que muchas veces prefiramos la compañía de un perro y no de un congénere nuestro. 
En mi trabajo estoy la mayor parte del tiempo en la calle, eso me lleva a observar y analizar el entorno donde el perro que esté conmigo deberá desenvolverse, fundamental para que aprenda a manejar situaciones que tal vez se le presenten a futuro cuando el dueño salga con él. Pero hay veces que no podemos por más que queramos enseñarle al perro a manejar la maldad de la gente. 
Nosotros como personas sabemos generalmente discriminar situaciones que pueden presentársenos en ambientes que no nos resultan de confianza. Cambiar de vereda si vemos que hay personas que pueden resultar peligrosas o conflictivas sería un buen ejemplo, pero el perro se confía, continúa caminando hasta que, como he visto con perros callejeros, lo asustan y este cruza la calle huyendo mientras los conductores que vienen por ella intentan no atropellarlo. Mientras tanto, los seudo humanos que hicieron “la gracia” disfrutan y se ríen con lo ocurrido. 
Hace muy poco, dejando una de mis alumnas perrunas en la casa, frente a la UTU, una chica se acercó a la reja para pedirme, asumiendo que yo era el dueño, que por favor no dejara más a la perra acercarse a la reja. Lo primero que pensé fue que me iba a decir que tal vez había intentado morder, o algo así, cosa que ya me parecía poco probable dado el carácter amistoso de esta perra. Pero no, para mí sorpresa, me advertía que unos “estudiantes” se ponían a fumar marihuana contra la reja y como gracia le daban a la perra para que esta comiera, seguramente para ver que ocurría. Le agradecí por la advertencia y le advertí al dueño para evitar que la perra estuviese en el frente. Estas cosas son las que me hacen seguir disfrutando de trabajar con perros, poder abrazarlos y acariciarlos, ver que me reciben con una alegría como si estuviesen esperándome hace mucho, cuando hace dos o tres días apenas que no me ven y sin ser su dueño, mirarlos a los ojos y ver agradecimiento y afecto, eso es lo que los distingue. No tienen la maldad que tiene el hombre. 
Esto fue real, un niño, cuando se murió su perro, le contestó a su madre cuando esta, acongojada, preguntaba por qué la vida de los perros es más corta que la de los humanos, le dijo: “Yo sé por qué, los humanos vienen al mundo para aprender a vivir una buena vida, como amar a los demás todo el tiempo y ser buena persona, como los perros ya nacen sabiendo hacer todo eso no tienen por qué vivir tanto tiempo como nosotros”.