Pablo Mieres
Como los niños que en los cumpleaños infantiles con los ojos vendados tiran palos al aire para tratar de romper la piñata infructuosamente, así parecen los últimos movimientos políticos del partido de oposición en nuestro país.
Al menos tres ejemplos ocurridos esta semana muestran un impulso empecinado, infructuoso y contradictorio del Frente Amplio buscando afectar al gobierno a como de lugar.
El primer ejemplo fue el impulso repentino con aprobación «express», de un proyecto de ley que limita sorpresivamente el desarrollo de la producción forestal en nuestro país. Una sorpresa máxima, puesto que justamente ha sido el Frente Amplio el gran impulsor de la forestación en estos últimos quince años.
Nadie puede olvidar que fue durante los gobiernos del Frente Amplio que la política forestal impulsada y promovida por los gobiernos anteriores, en una apuesta muy lúcida y compartible, adquirió su máxima proyección de manera indiscutible y rotunda.
En efecto, el primer gobierno de Tabaré Vázquez heredó la instalación de la primera planta de celulosa acordada en el gobierno de Jorge Batlle. No sólo no revirtió la decisión, sino que asumió un duro conflicto con Argentina que duró varios años, para defender la inversión que se convirtió en UPM 1.
El gobierno de Mujica aprobó y ejecutó un nuevo proyecto, más grande aún que el anterior, que se convirtió en la planta de Montes del Plata en Conchillas, y finalmente en el tercer gobierno del Frente Amplio se firmó el contrato para una tercera planta de celulosa, mayor aún que las dos anteriores, que se está convirtiendo en UPM2.
Durante los quince años de administraciones del Frente Amplio se mantuvieron todas las ventajas tributarias y la normativa que promovía con exoneraciones y medidas positivas, el desarrollo de la forestación en el país. Es más, cuando alguna iniciativa esporádica proponiendo apenas alguna limitación a las exoneraciones fiscales vigentes, se planteó, fue el propio partido de gobierno el que defendió con firmeza la política impulsada.
Pues bien, esta semana, de buenas a primeras, sin evaluación técnica, ni debate en la correspondiente Comisión parlamentaria, el Frente dio sus votos a Cabildo Abierto para aprobar una iniciativa de limitación de la producción forestal que es totalmente contradictoria con la política impulsada durante todas las administraciones frenteamplistas.
Pudo más la tentación de dividir a la coalición de gobierno o lograr un éxito parcial a nivel parlamentario, que la coherencia con la política impulsada durante todos estos años.
El segundo ejemplo tiene que ver con la postura asumida ante la norma que el gobierno presentó ante el Parlamento para limitar por un plazo muy breve, el derecho de reunión en lugares públicos o privados de acceso público en aquellos casos en que se ponga en riesgo la salud ante un empuje muy relevante de los contagios de coronavirus en el país.
Esta norma, que se ajusta totalmente a lo establecido en el artículo 38 de la Constitución, busca evitar las aglomeraciones que no se atengan a las normas de prevención sanitaria vigentes, con todas las garantías correspondientes.
Sin embargo, el Frente Amplio puso el «grito en el cielo» acusando al gobierno y esta iniciativa poco menos como si fuera un ejercicio autoritario de violación a los derechos de las personas y hasta se dijo que se pretendía establecer un «Estado policíaco». La exageración es tan grotesca que sobran las palabras para dar respuesta a semejantes acusaciones.
Esperamos que, más temprano que tarde, el Frente Amplio pase de esta postura espasmódica de buscar «el pelo al huevo» mostrando una especie de desesperación por marcar diferencias en todo, para convertirse en una fuerza opositora con planteos coherentes y serios, capaz de reconocer aciertos y marcar con madurez los eventuales errores que se cometan desde el gobierno.
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