miércoles 24 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada

¿Licencia para garchar?

Hace algunas semanas publiqué en mi perfil de Facebook un comentario relacionado a una escena de la que fui testigo presencial. Un domingo de mañana, el mes pasado, en la iglesia de Punta Carretas, en su frente –casi en la vereda- había una pareja teniendo relaciones sexuales de manera abierta y a la vista de cualquiera que pasara por allí. Colgué el relato y me explotó en la cara un debate que ni imaginaba que existiera. A los pocos días colgué un video de otras personas indigentes, en el mismo lugar, durmiendo nuevamente allí. Ya ni sé que pasa ahora.

Los comentarios que aparecieron en la red fueron de todo tipo y calibre. Los que creían que había allí una situación en que el Estado tenía responsabilidad. Los que le adjudicaban esa responsabilidad a “la iglesia” por permitir eso. Los que se mofaban de la situación porque el sexo le genera ese encare a mucha gente. Los que creían que la anécdota era pequeño-burguesa por ubicar el relato allí, en el gueto rico de Montevideo (lo lamento, la próxima vez espero encontrar esta situación en otro lado; ya sé que pasa en un montón de lados, pero bueno, yo la vi allí). En fin, de todo como en botica.

DERECHO A LA SEXUALIDAD

Lo cierto es que el derecho a la sexualidad en un contexto de situación de calle queda reducido a algo mínimo, casi animal, primitivo, bastante alejado de lo que podría ser una práctica con otros componentes culturales y emocionales. Por lo que yo pude divisar era sólo liberación de pulsión sexual y nada de lo otro. No tengo necesidad de ser explícito.

¿Cómo mantienen relaciones sexuales los indigentes? ¿Dónde lo hacen? ¿Toman alguna precaución? ¿Alguien los ayuda en esto? ¿Nos preocupamos de esa “completitud” de las personas o sólo dormimos tranquilos si comen algo, pasan la noche y no se mueren?

Todo lo vinculado a lo sexual es motivo de debates apasionados en nuestra sociedad postmoderna. Es que el tema nos interesa porque nos convoca como seres humanos. Cada vez más los medios de comunicación nos saturan con erotismos varios, pornografía sutil, abierta y juegos sexuales de todo tipo. Los quiosco nos muestran cuerpos apolíneos y se vive el sueño del eterno éxtasis en el imaginario colectivo. Ahora está de moda relatar con lujo de detalle cómo se arriba al orgasmo y educarnos de manera frívola –siempre desde los medios de comunicación– con lecciones de sexólogas (que siempre están más o menos buenas), y todo dentro de un formato donde nos venden un zapato fashion mientras nos enseñan a besar, entre tanto se cocina una torta de dulce de leche, y luego volvemos a una lección de cunnilingus básico, para finalmente saltar a un “menage a trois”, mientras una voz en off da cuenta de un sponsor que es la empresa de “fulanita” que auspició este bloque. Todo muy loco, todo muy bizarro y todo despreocupado por el tema de fondo, y sólo (pre) ocupado por el rating.

FEROZ INTENSIDAD

Las generaciones rioplatenses más jóvenes viven este mundo con feroz intensidad, donde el mundo de Tinelli los marca a fuego, sobre todo a los más humildes que no tienen demasiado fuga hacia el cable. No tengo que explicar que la cabeza de Tinelli le permitió ambientar una gigantesca “jaula de las locas” con formato de diversión–alienación y nos regala a todos, de vez cuando, la posibilidad de ver culos, tetas, peleas de conventillo y un gigantesco sainete que pretende confundirse (y confundirnos) con la vida misma.

¿Dónde hacen el amor los más jóvenes? ¿Se puede pagar un hotelito? ¿Tienen que hacer el amor al lado del cuarto de sus padres? ¿Terminan en las playas? ¿Saben algo de lo que están haciendo? ¿Lo valoran? En la sociedad erótica que vivimos éste tema pareciera ignorarse y pretender abordarlo resulta casi una estupidez para muchos que solo entienden el tema en clave de “animus jocandi”.

Una sociedad inteligente se piensa así misma. Se interroga, se cuestiona y no mete los temas debajo de la alfombra y los ignora.

Sexo, drogas y violencia ya no son rock and roll, son un dato de esta sociedad, si bien lejana de los centros del capitalismo mundial, con las mismas patologías que en todos lados. Haríamos bien en preguntarnos un poco más sobre estos asuntos y encontrar algunos consensos prácticos para mejorar nuestra calidad de vida. Y no jodamos más con las leyes. Las leyes son anticipatorias y finales pero no resuelven cuestionamientos de fondos que una sociedad no se ha planteado…


Datos extraídos del libro YouTurk, delirios bipolares; del periodista, abogado, político, profesor, escritor, diplomático Washington Abdala; actualmente Embajador de Uruguay ante la OEA.