
Armando Guglielmone Instructor canino – Educador etólogo Representante ovejeros alemanes von schutzmann Contacto: 098 539 682.
Normalmente cuando pensamos en perros héroes se nos viene a la mente la imagen de perros grandes y fuertes, un malinois, un dobermann o un ovejero alemán será lo primero en que pensemos seguramente, pero hay ocasiones en las cuales la lógica no se aplica. En 1917 mientras en Europa se libraba la primera guerra mundial en el campus de la universidad de Yale, Estados Unidos, donde entrenaban los soldados que irían a combatir un perro deambulaba sin dueño cuando un soldado, Robert Conroy, lo tomó consigo como mascota. El perro en cuestión, un Boston terrier, pasó a llamarse Stubby (rechoncho) y cuando llegó el momento de embarcarse para la guerra fue subido escondido a bordo por su dueño y tal cual una película al ser descubierto por el oficial a cargo saludó como si hubiera sido entrenado en el campamento y se le permitió quedar a bordo. Así el 5 de febrero de 1918 entró en combate junto a su dueño, en abril fue herido en una pata por una granada y fue enviado a la retaguardia para su recuperación donde ayudaba a levantar la moral entre los soldados heridos. Ya recuperado volvió a trincheras con las bandas de herido en combate, esta vez usando su olfato para alertar con antelación de ataques con armas químicas y su fino oído para cuando eran atacados por artillería pues escuchaba el silbido de los obuses mucho antes que los soldados, también encontraba heridos entre los muertos en combate pero lo más destacado fue la captura de un espía alemán sujetándolo por el pantalón hasta que llegaran sus camaradas humanos. Por este hecho fue recomendado para el ascenso a sargento lo cual aún no se sabe si fue hecho efectivo, tras la reconquista de Chateau-Terry por el ejército estadounidense las mujeres de la ciudad le hicieron un abrigo de gamuza donde colgaron sus medallas que quedó retratado para la historia con este puesto. Luego volvió a ser herido en el pecho y en una pata pero sobrevivió a la guerra y regresó con su dueño. Ya en su país, convertido en celebridad marchaba a la cabeza de desfiles y paradas militares, tuvo encuentros con presidentes y en 1921 le impusieron la medalla de oro de la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos, hecho registrado en una famosa foto. Luego cuando su dueño fue a la universidad se convirtió en la mascota del equipo y en los entretiempos empujaba la pelota por el campo para entretener al público. Stubby vivió diez años falleciendo mientras dormía en 1926, su cuerpito disecado se conserva hasta hoy en el museo Smithsonian. A su muerte, el periódico New York Times le dedicó un obituario de más de media página, mucho más de lo que habían recibido personajes destacados de la época. Acá se me viene a la mente una frase que no sé quién la dijo pero calza como nunca como anillo al dedo: “No importa el tamaño del perro en la pelea si no el tamaño de la pelea en el perro”.