Mal humor
Por el Padre Martín
Ponce de León
Me levanté con muy mal humor.
Sabía no quería encontrarme con nadie pero ello sería un imposible.
Coincidía que era una de esas jornadas que teníamos “Mesa compartida”
Intenté, mentalmente, mientras daba las primeras vueltas del día, convencerme de que debía superar el mal humor que experimentaba.
Podía encontrar alguna justificación para lo que experimentaba pero sabía ello sería, únicamente, una excusa.
Intenté aislarme lo más posible pero ello no era solución puesto que no lograba quitarme el mal humor. Sentía que estaba adherido a mi piel.
Quienes me hablaron, por una razón u otra, recibieron mi respuesta cargada de un injustificado mal humor.
Quería aislarme y lo hacía pero sabía la razón de mi aislamiento y ello hacía que mi mal humor aumentase un algo más.
Todo me sacaba de quicio.
Hacía mucho tiempo no experimentaba esa incómoda sensación que ocupaba mi ser.
Debo reconocerlo también me molestaba encontrarme con ese mal humor y me incomodaba no poder hacerlo desaparecer.
Desde hace mucho tiempo he luchado a diario contra mi carácter que, sin duda, no es muy agradable.
Sé que forma parte de mi ser pero, también, que tengo la posibilidad de no dejar se imponga en mí. Hubo un tiempo que ello era realidad cotidiana y hoy lo experimento como ocasional.
Desde hace mucho tiempo estaba convencido había logrado dejar atrás a mi mal carácter y hoy me doy cuenta continúa siendo posibilidad en mí.
Ello me hace tomar conciencia de que la tarea no ha terminado y que aún necesito ser ayudado en dicha tarea.
Para ello necesito fomentar el respeto, la aceptación, la comprensión y la tolerancia.
La tarea no pasa por la obsesión en mi mal humor como lo he vivido a lo largo del día de hoy. Luchar contra uno mismo es un algo destinado a la derrota.
La tarea es encontrarme con los demás para saber que puedo respetar, aceptar y ser tolerante.
La tarea no es un algo que me debe llevar al aislamiento o al encierro en mí mismo puesto que ello, lejos de ayudarme, me hace acrecentar mi mal humor.
Debo asumir que no puedo continuar aislándome ya que ello no solamente es un imposible sino que, también, me hace más daño.
Sé que es posible aunque ello me cueste y no me resulte sencillo pero sé que debo imponerme el intentar lograrlo.
Ojalá ello fuera tan sencillo como sencillo es escribirlo en este artículo.
Siempre la teoría resulta más fácil que la realidad y más cuando la realidad se vuelve un completo desafío.
Un desafío que me dice: “Hoy no lo intentes puesto que no vas a poder lograrlo”
Un desafío que me dice: “No lo hagas ahora puesto que vas a lastimar a alguien más”
Un desafío que me dice: “Queda tranquilo, aguántate, ya se irá a pasar”
Un desafío que me pide: “Empieza ya. No lo postergues más”
Un desafío que me pide: “No te dejes vencer. Inténtalo ahora mismo”
Un desafío que me pide: “Reza y comienza a actuar. No olvides que no estás solo”
Mientras tanto los ratos iban pasando y no podía decidirme por cuál de esas voces interiores debía escuchar, atender y comenzar a practicar.
Hacía mucho tiempo no estaba tan incómodo conmigo mismo.
Si aunque más no fuese tuviese una excusa medianamente válida pero solamente podía decirme: “Hoy me levanté de mal humor”