
Si la dosis hace el veneno, el azúcar es un tóxico mortífero. En el siglo XVIII el consumo era de 4 kilos por año y habitante. Hoy ronda los 70 kilos. Rebosante en refrescos, bollería y alimentos procesados, el azúcar baña la dieta de los países opulentos. Las consecuencias son epidémicas. Un tercio de la población mundial es obesa o con sobrepeso y 360 millones sufren diabetes tipo 2. Tomar como máximo 4 o 5 cucharadas pequeñas al día de azúcar es la última recomendación de la OMS.
ESCONDIDO EN PROCESADOS
El azúcar añadido está escondido en alimentos procesados que el consumidor no relaciona intuitivamente con azúcar. Las salsas preparadas o los embutidos contienen azúcar. Una cucharada de kétchup contiene casi una de azúcar. Un bote de tomate frito de 300 gramos lleva casi 10 cucharadas de azúcar. Las galletas en general tienen un 20% azúcar. «Las harinas refinadas son azúcares compuestos (hidratos de carbono) que pasan a la sangre tan rápidamente que el efecto es el mismo que el del azúcar simple. Los hidratos de carbono del pan de molde blanco de un bocadillo llegan a la sangre tan rápido como lo harían cinco cucharadas de azúcar.
CONSECUENCIAS
Hoy los casos de diabetes se han cuadruplicado. Una de cada once personas en el mundo padece la enfermedad. Ya hay 422 millones de adultos diabéticos. Mata a una persona cada 7 segundos. La diabetes tipo 2 lleva asociada, si el paciente no se cuida, una serie de enfermedades crónicas como insuficiencia renal, ceguera, problemas cardiacos, complicaciones durante el embarazo y muchas más posibilidades de morir por una neumonía o una gripe.