Por Cecilia Eguiluz
Salto es un hermoso departamento, con un enorme potencial de desarrollo en diversos sectores, pero, sobre todo, con un capital humano extraordinario dispuesto a sacarlo adelante.
Al recorrer nuestras calles, disfrutar del casco urbano, pasear por la costanera o explorar los distintos barrios, es posible que no percibamos ese potencial. En su lugar, muchas veces nos enfrentamos a una ciudad deteriorada y una población desanimada.
Es fundamental distinguir entre dos aspectos cruciales: la situación socioeconómica de la población salteña y la falta de infraestructura. Si bien ambos factores combinados presentan un panorama sombrío, también brindan una oportunidad para el cambio.
Respecto a la situación económica, no podemos ignorar la realidad de la pobreza, la falta de empleo y la dependencia de trabajos temporales y precarios. Esta situación económica afecta profundamente el ánimo de las personas, generando desazón y falta de esperanza. A pesar de que muchos salteños tienen la suerte de estar trabajando bien, todos conocemos a alguien que ha perdido su empleo o ha tenido que cerrar su emprendimiento, y somos testigos de cómo esto impacta negativamente en sus vidas. El alto costo de vida, la inestabilidad de los ingresos, el desempleo y el endeudamiento son problemas serios que no podemos pasar por alto.
Por otro lado, el estado de la ciudad es preocupante. Las calles, la basura y la desidia de la gestión municipal han dejado a Salto en una situación lamentable. En el interior del departamento, la infraestructura vial destrozada y las localidades casi abandonadas reflejan una falta de compromiso por parte de las autoridades.
Esta falta de amor propio para mantener los espacios públicos y los patrimonios históricos es un claro indicio de la desidia gubernamental. Salto no merece estar en el estado en el que se encuentra. La mediocridad en la gestión pública no debe ser la norma, pero es lo que hemos visto en estos nueve años de gobierno.
La esperanza para Salto radica en la inversión pública y, con ella, la posibilidad de atraer inversión privada. Esto se logrará con personas capacitadas para gestionar con firmeza y actitud, evitando los errores del pasado, gestionando con una visión de futuro que favorezca a todos los salteños. No podemos permitirnos más improvisaciones; este departamento necesita un cambio radical que lo saque de la situación actual.
Es hora de que los salteños despertemos, exijamos y nos involucremos activamente en este proceso de transformación. Juntos, podemos rescatar a Salto y devolverle el esplendor que merece.
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