
Por Melisa Ferradini.
En Uruguay existen antecedentes de explotación apícola desde inicios del siglo XIX. En 1834, una crónica de “El Universal” destacaba que Bernardino Rivadavia había traído algunas colmenas al Río de la Plata y que, impedido por Rosas de desembarcar en Buenos Aires, las había instalado en Colonia. Antonio Malaquina, salteño fue una de las personas que trabajara más para el desarrollo de la apicultura en sus comienzos. Tomás Prado tiene 53 años de experiencia como apicultor. Desde niño le llamaba la atención. Solía pasear por casas de los amigos de sus padres, recuerda con énfasis una familia de origen ruso que tenían colmenas. Fue en esos tiempos donde conoció a grandes apicultores como Malaquina y Lindo Pratti, quienes lo introdujeron en este mundo. Siempre le fascinaron las abejas. Recuerda que capturó su primer enjambre con un cajón común y desde entonces, siempre buscó aprender más sobre ellas. A través del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca realizó un curso de capacitación que le sirvió para poder llegar a un préstamo que le otorgó el Banco República para seguir creciendo en su producción. Ahí comenzó todo, se comunicó con otros apicultores y aprendió a trabajar con las abejas. Un trabajo que lo define como un trabajo de todos los días, ser ordenado y constante. En dialogo con CAMBIO, Tomás nos cuenta como ha sido trabajar durante tantos años con las abejas y de la importancia que tienen en nuestro ecosistema de vida.
SUS COMIENZOS Y EL TRABAJO
“Empecé en los años 70, en 1970, con una colmena”, nos relata. “Desde niño me llamaba la atención ver enjambres y la apicultura en general. Conocí a varias personas que ya se dedicaban a esto y siempre me fascinó. Al principio comencé con una colmena, luego en esa misma temporada ya tenía 15.Para ser un apicultor grande, se necesitan al menos 200 colmenas, aunque depende del lugar y las condiciones de trabajo Eventualmente, llegué a tener más de 500 colmenas. Las tuve en mi casa luego cuando fui creciendo al tenerlas en diferentes lugares las colmenas me tuve que comprar un camión para poder trabajar mejor, relata. Para ser considerado un gran apicultor en mi área, uno debe tener al menos 500 colmenas. El trabajo insume todo el día no solamente con ellas sino con los materiales que se utilizan para el trabajo. Un día típico incluye revisar y mantener las colmenas, reparar material, y trabajar en el campo o en el galpón. Es un trabajo constante que requiere orden y disciplina. En primavera, el trabajo se intensifica con la cosecha de miel. Es muy duro y se necesita mucha dedicación. Desde el amanecer hasta el anochecer hay tareas que hacer. Se debe ser muy ordenado y constante. Cuando no se está en el campo, se está reparando material o limpiando. Es muy intenso y hay que dedicarse como cualquier otro trabajo si uno le gusta lo que hace”.
EL CLIMA Y LA COMERCIALIZACIÓN
“El clima es crucial para la producción de miel”, enfatiza. “Si el clima es favorable, las abejas pueden trabajar y producir más miel. Cada una tiene su rol en el panal; el zángano, la reina y las obreras cada una con funciones específicas”. Sólo existe una abeja reina en cada colmena. Las abejas obreras son las que más trabajan. Se encargan de ir a las flores a extraer el néctar, el azúcar que transforman en miel. Las abejas zánganos, que no trabajan; solamente comen y fecundan a la reina para que pueda tener a sus hijitas abejas. Si hay demasiada lluvia o sequía, la producción puede disminuir. En invierno, las abejas salen solo si hay sol y la temperatura es adecuada. El tiempo es un factor primordial. El cambio climático y los agrotóxicos son grandes desafíos. La utilización de pesticidas sin control ha causado mortandad de colmenas. Ha habido casos en los que se ha utilizado veneno sin control, y han muerto mucho. Las abejas vuelan varios kilómetros para buscar néctar, y si encuentran agro tóxicos, muchas no regresan, detalla. La miel se cosecha en primavera, se lleva a una planta de extracción y se vende en tambores para exportación. La apicultura es un trabajo continuo y sacrificado, no hay temporadas de descanso. Se vende por kilos. Para exportación, se vende en tambores de 300 kilos. En el mercado interno, se puede fraccionar en envases más pequeños. La apicultura ha tenido tiempos mejores en cuanto a precios, pero actualmente los precios son bajos y no siempre compensan el esfuerzo invertido que es mucho y muy sacrificado. Las colmenas producen cera, propóleos, polen, y hasta veneno de abeja, todos con beneficios diversos. Además, las abejas son esenciales para la polinización de cultivos, lo que mejora la producción agrícola”.
“La apicultura es
una labor hermosa
y gratificante, si se hace con pasión”
EL FUTURO EN NUESTRO PAÍS
Continuando con su relato el apicultor nos detalla de la situación en nuestro país. “Actualmente, la situación es difícil por los bajos precios de la miel de exportación. Hoy en día, el precio de la miel está muy bajo, lo que hace difícil que la apicultura sea rentable. El número de apicultores ha disminuido y es un sector que enfrenta muchos desafíos.
El apoyo del Estado ha sido variable, en el pasado me ayudaron con créditos para comprar equipo, pero el desafío sigue siendo lograr que la apicultura sea rentable con los precios actuales. Nuestro país es un muy buen exportador, es muy buena la producción que se lo permite. El consumo en el mercado interno es muy poco”, detalla.
CONSEJO A LOS FUTUROS APICULTORES
“Un consejo que les doy es que sean ordenados y constantes. La apicultura requiere dedicación diaria y entender la naturaleza y el comportamiento de las abejas. Es un trabajo de todos los días y no por temporada. Es hermoso y gratificante si se hace con pasión y cuidado”, finaliza.
