miércoles 19 de febrero, 2025
  • 8 am

La clave es conocer el animal «por debajo del cuero»

Sol

La Sociedad de Criadores de Hereford del Uruguay (SCHU), el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y la empresa especialista en nutrición animal Nutex, fueron coanfitriones de la cuarta edición del encuentro «Genética para una ganadería sustentable», desarrollado en el Club de Golf en la capital del país, sobre el cierre de 2024.
El Ingeniero Agrónomo Aníbal Pordomingo, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA), en el marco de este encuentro, destacó el liderazgo de Uruguay en el desarrollo de estrategias ganaderas innovadoras en la sostenibilidad ganadera y la mejora en la eficiencia de conversión. «El enfoque de Kiyú y de Uruguay ha sido realmente pionero y un ejemplo para todos nosotros», afirmó Pordomingo, señalando que Argentina ha comenzado a implementar estos modelos más recientemente, con tecnologías más simples.
Durante su presentación, el especialista enfatizó la importancia de integrar la eficiencia y el rendimiento en las estrategias productivas. «Algunos productores ya están trabajando desde los genes hasta la carne, integrando disciplinas y procesos que hace diez años ni siquiera se consideraban», destacó. Según Pordomingo, en Argentina, estas iniciativas han sido impulsadas por la industria y el negocio, promoviendo una mayor adopción de herramientas como la trazabilidad individual. «Esto ya no es solo un tema académico, sino un elemento de diferenciación en el mercado», añadió.
La eficiencia como motor de cambio
Uno de los puntos centrales expuestos por el ingeniero fue la incorporación de sistemas de medición de consumo y conversión en los establecimientos ganaderos argentinos. «Los primeros ejemplos vinieron de productores privados que, con gran intuición, comenzaron a medir el consumo residual y la eficiencia de conversión», explicó. Estas prácticas han permitido a las empresas avanzar hacia un modelo más competitivo y sostenible.
El impacto de estas mediciones se refleja en cifras significativas: «En Argentina, la raza Limangus ha evaluado 692 toros, la Angus 694, y la Brangus más de 200. Estos datos confirman que los parámetros de conversión y consumo son claves para los procesos de selección», señaló Pordomingo. Además, destacó la importancia de identificar grupos de baja y alta eficiencia, enfatizando que los animales con menor consumo pueden producir lo mismo con una menor huella ambiental. «Cuando un feedlot puede ahorrar un 20% de alimento para producir lo mismo, con igual calidad de carcasa, ese ahorro se convierte en el resultado económico del negocio», aseguró.
El valor de mirar «debajo del cuero»
La búsqueda de eficiencia y calidad en la producción de carne lleva a los especialistas a explorar más allá de los parámetros tradicionales, enfocándose en lo que el productor y el consumidor necesitan. «El animal ideal no solo debe ser una respuesta genética, sino también un reflejo de un manejo integral desde su concepción hasta la faena», afirmó un experto en nutrición y genética bovina durante un reciente encuentro sectorial.
El especialista resaltó cómo las elecciones genéticas y los modelos de alimentación impactan en el rendimiento carnicero. «No es lo mismo tener un animal que rinde un 80% de carne de góndola que otro con un 75%. Ese 5% adicional puede significar mantener una carnicería abierta o cerrada, como dicen los productores».
La tendencia, explicó, no se limita a la genética o a los días en el corral. Factores como la recría, los modelos de dieta y la planificación del sistema completo influyen de manera decisiva en los resultados. «Un animal que sufrió restricciones durante la recría difícilmente compense esas carencias en etapas posteriores», subrayó.
El análisis mostró cómo animales con una genética y recría optimizadas presentan mayores áreas de bife y mejores conversiones alimenticias, incluso en etapas más avanzadas del engorde. En contraposición, aquellos criados en condiciones menos favorables tienden a acumular grasa en los compartimentos costales tras los 110 días de corral, perjudicando la relación carne-grasa.
«La clave está en conocer al animal ‘debajo del cuero’. Medir no solo lo evidente, sino también cómo responde en distintos escenarios. Por ejemplo, con un índice de conversión a carcasa más estable, un animal puede llegar a 500 kilos sin comprometer el rendimiento», indicó.
Los días en el corral también generan debate. Estudios recientes demostraron que los animales mantienen buenas conversiones hasta aproximadamente los 110 días de engorde, pero a partir de ahí el aumento de peso se enfoca más en grasa que en músculo. «Esto se observa particularmente en los costillares y asados, lo cual tiene un impacto directo en la calidad percibida por el consumidor», explicó.
Además, el tipo de dieta marca una diferencia. «Granos procesados permiten aumentos más consistentes en peso y mejor relación carne-grasa, mientras que los granos enteros tienden a ralentizar el crecimiento y aumentar el engrasamiento temprano», comentó.
La recría
Según el especialista, los errores en la recría condenan al animal y limitan su potencial. «Un manejo inadecuado, como recrías lentas o mal nutridas, genera carcasas con menor rendimiento y animales menos competitivos». Además, destacó la importancia de la conexión entre las etapas: «Vacas que paren al inicio del servicio producen terneros con mejores ganancias de peso y menor tiempo en el corral».
La conclusión es clara: la producción cárnica debe ser vista como un sistema integrado, donde cada etapa cuenta. «No basta con buenas prácticas en el feedlot o genética avanzada; el modelo debe empezar con una planificación desde la cría hasta la góndola», concluyó.