
Cada 14 de abril, Uruguay celebra con orgullo el Día del Tannat, una fecha que rinde homenaje a la cepa que define la identidad vitivinícola del país y al hombre que la introdujo: Pascual Harriague, un inmigrante vasco nacido ese mismo día en 1819. Fue él quien, en el norte de Uruguay, plantó los primeros viñedos comerciales con esta variedad originaria del suroeste de Francia. Desde entonces, el Tannat se ha transformado en el emblema del vino uruguayo, reconocido hoy internacionalmente por su calidad, versatilidad y carácter inconfundible.
La conmemoración fue instaurada en 2016 por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INAVI), en coincidencia con el reconocimiento de Uruguay como Centro de Dispersión del Tannat por parte de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV). Esta distinción no solo subraya la importancia de la cepa a nivel nacional, sino también su consolidación en el mapa vitivinícola global. Con apenas unas 1.600 hectáreas plantadas, Uruguay ha logrado conquistar paladares internacionales y obtener múltiples medallas en concursos de alto prestigio.
El legado de Harriague comenzó en Salto, donde hacia 1874 ya cultivaba unas 200 hectáreas de vid. El vino que producía, conocido en sus comienzos como “Harriague”, fue galardonado en la Exposición Mundial de París en 1889. Pero su mayor triunfo fue encontrar en el suelo uruguayo un ecosistema ideal para esta uva de piel gruesa, resistente a la humedad y capaz de producir tintos profundos, tánicos y de gran estructura, perfectos para acompañar las carnes que caracterizan la gastronomía local.
Desde entonces, la industria vitivinícola uruguaya ha sabido adaptarse y evolucionar. Hoy, el Tannat se vinifica en estilos que van desde rosados y espumantes hasta vinos jóvenes, vibrantes y afrutados, así como robustos ejemplares envejecidos en barricas que pueden guardarse durante décadas. Esta variedad ha demostrado también su potencial en otras regiones del continente: en Argentina ha encontrado buenos resultados en los Valles Calchaquíes; en Chile, especialmente en las zonas más frescas del sur; y en Bolivia, en los viñedos de altura de Tarija. Pero es en Brasil, particularmente en la región sur cercana a la frontera uruguaya, donde ha echado raíces con fuerza, siendo hoy la tercera uva tinta más plantada del país.
En palabras del enólogo uruguayo Alejandro Cardozo, radicado en Brasil, «no hay bodega de jerarquía en el sur brasileño que no trabaje con Tannat», destacando su versatilidad para producir vinos de distintos perfiles y categorías. Las guías especializadas y los certámenes internacionales no han dejado de reconocer la calidad de estos vinos, tanto del lado brasileño como del uruguayo.
La ingeniera agrónoma Estela de Frutos subraya con admiración la hazaña de Uruguay: “Es de no creer que con tan pocas hectáreas plantadas, la Tannat haya podido escalar a su posición actual en el ámbito internacional del vino y ser tan bien considerada”. Hoy, esta variedad se exporta a más de 50 destinos en el mundo, y es motor del enoturismo, que crece con fuerza en las principales regiones vitivinícolas del país.
Más que una celebración, el Día del Tannat es una oportunidad para reflexionar sobre la capacidad de Uruguay de transformar una variedad foránea en símbolo nacional. Es también una invitación a redescubrir los matices de un vino que ha evolucionado sin perder su esencia, un vino que representa historia, identidad y excelencia. En cada copa servida este 14 de abril, se levanta un brindis por la tenacidad de sus productores, la riqueza de sus tierras y la visión de un inmigrante que plantó mucho más que vides: sembró una tradición que hoy enorgullece a todo un país.