
Con una agenda cada vez más marcada por los desafíos climáticos, las exigencias internacionales y la necesidad de una producción responsable, América Latina avanza en la construcción de un marco común para la ganadería sostenible. Así lo explicó el Ing. Agr. Fabio Montossi, referente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), detalló el trabajo inédito de cooperación entre seis países de la región, con participación pública y privada, que marca un antes y un después en el enfoque sobre sostenibilidad productiva.
«Este es un tema estratégico, porque está asociado a posibilidades concretas de agregar valor y diferenciar la carne», afirmó Montossi. La afirmación sintetiza el doble impulso que motiva este proyecto: por un lado, el cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos por los gobiernos en el marco del Acuerdo de París; por otro, la oportunidad de mejorar la competitividad de los sistemas ganaderos de la región.
Una plataforma regional sin precedentes
El proyecto, impulsado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), reúne a Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile. Por primera vez, estos países trabajan de forma articulada en un abordaje técnico, político y productivo sobre la sostenibilidad de la ganadería.
«Hasta ahora no existía una definición compartida de lo que es la ganadería sostenible, y eso era una limitante clave», explicó Montossi. A partir de un proceso participativo, con consultas a actores públicos y privados, se consensuó una definición marco que ahora sirve como referencia común para la región.
Esa definición, según el técnico, incluye dos componentes fundamentales: «La sostenibilidad implica pensar en el accionar de hoy y en cómo eso impacta en las futuras generaciones», y, en paralelo, favorecer los servicios ecosistémicos vinculados a los sistemas ganaderos, como el agua, la biodiversidad y el carbono.
Este nuevo enfoque no se queda en las declaraciones. Durante más de un año, el equipo liderado por Montossi y colegas de toda la región relevó el estado del conocimiento científico generado en los últimos 20 a 25 años, analizó las demandas actuales del sector público y privado, y generó una agenda común de prioridades.
Indicadores, inventarios y ciencia como base
Uno de los aportes más relevantes del trabajo fue la identificación y validación de indicadores de sostenibilidad aplicables a la realidad latinoamericana. «Los indicadores que se usan en Europa no son necesariamente válidos en nuestra región. Los sistemas de producción, las métricas y los contextos son diferentes», explicó Montossi.
Ese fue uno de los grandes temores que motivó el desarrollo de este trabajo: la posibilidad de que se apliquen indicadores inadecuados como barreras no arancelarias, afectando negativamente el comercio de ganado y de carne. «Puede haber intereses distintos entre países, bloques, e incluso dentro del propio sector público y privado. Por eso, necesitamos indicadores basados en ciencia, no en intereses», afirmó con énfasis.
En este sentido, se construyó una agenda de oferta y demanda de información que jerarquiza las necesidades y capacidades de cada país, a partir de un trabajo participativo que involucró técnicos, productores y líderes de opinión. «Fue una reunión de tres días con actores de todos los países, donde se construyó una agenda común, algo inédito en este tipo de procesos», destacó.
Además, se elaboró un informe sobre los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero (GEI), clave para el cumplimiento de los compromisos climáticos. «Cada uno de estos países debe reportar sus emisiones, sus intensidades y sus umbrales. En el caso de Uruguay, por ejemplo, hay préstamos atados al cumplimiento de metas vinculadas a emisiones y deforestación», detalló Montossi.
Desde la ciencia hacia la acción pública y comercial
El objetivo inmediato del grupo de trabajo es difundir los resultados alcanzados y posicionarlos en los espacios de decisión. «Ahora estamos en la fase de diseminación del informe, llevándolo a todos los ámbitos posibles», explicó Montossi. Uno de los puntos culminantes será su presentación en la próxima Conferencia de las Partes (COP) sobre cambio climático, a celebrarse en noviembre en la Amazonia, Brasil.
El trabajo, sin embargo, no se agota en la exposición. Se perfila como la base técnica para implementar políticas públicas y estrategias comerciales que integren la sostenibilidad como criterio estructural, y no como una condición impuesta desde afuera. «Este informe no solo es técnico, sino político en el mejor sentido del término: es una herramienta para decidir con fundamento, en función de datos objetivos y consensuados», afirmó.
Una mirada regional para un desafío global
Uno de los méritos centrales de esta iniciativa es que propone una mirada regional, sin anular las particularidades de cada país. «Cada nación puede y debe actuar con su propio perfil, pero también es clave tener una agenda regional en temas como este», sostuvo Montossi. En otras palabras, se trata de articular una estrategia común para enfrentar desafíos globales, como el cambio climático, las exigencias de los mercados y la necesidad de garantizar alimentos sostenibles.
Ese enfoque integrador también fortalece a los países frente a procesos de negociación internacional. «Si no tenemos nuestras propias métricas, basadas en ciencia, corremos el riesgo de que nos impongan otras, con impactos negativos en comercio, regulaciones internas y políticas públicas», advirtió.
El concepto de ganadería sostenible ya no es solo un ideal aspiracional, sino una plataforma de trabajo concreta, técnica, consensuada y con respaldo institucional. INIA, como representante de Uruguay en este proceso, ha tenido un rol destacado en la articulación del conocimiento disponible y en la generación de nuevas herramientas.
«Fue un año y medio de mucho trabajo, muchas consultas y una participación muy amplia», resumió Montossi, quien ve en este esfuerzo un punto de partida y no de llegada. A medida que el proceso avance hacia la implementación, los países tendrán en sus manos un instrumento poderoso para orientar sus políticas productivas y ambientales.