
Por Melisa Ferradini
La Terapeuta en adicciones Cecilia Rivas habla sin eufemismos. Y duele, pero al mismo tiempo despierta. Con más de 20 años de trabajo en la temática, expone lo que muchos callan: la adicción no es un problema individual, sino el emergente de algo más profundo que involucra al núcleo familiar y a toda la sociedad. Desde su experiencia como terapeuta, pero también como mujer comprometida con la salud pública, Rivas denuncia la falta de políticas serias, la estigmatización de quienes sufren y la indiferencia institucional. Y llama a la acción. En esta entrevista con CAMBIO comparte una mirada cruda y directa sobre una realidad.
-¿Cómo se entiende la adicción desde su visión terapéutica?
-La adicción es la relación con el objeto. No se trata solo de sustancias. Puede ser la comida, el juego, el alcohol, el celular. Una persona puede consumir sin ser adicta. El problema es cuando se depende de eso para vivir. Cuando no se puede sostener una estructura sin eso, estamos frente a un consumo problemático. Destaca que no existe una “adicción mejor que otra”. Las consecuencias pueden ser igual de devastadoras: trastornos alimenticios, suicidio, enfermedades mentales.
-¿Cuál es el rol de la familia en estos procesos?
-Fundamental. Siempre lo digo: la persona con adicción es el emergente. Es quien “grita” por algo que está pasando en el sistema familiar. Muchas veces, cuando esa persona comienza a recuperarse, empiezan a emerger las verdaderas problemáticas de la familia: una mamá depresiva, un papá ausente, un hermano con trastornos. El problema no es solo del que consume. Porque es más fácil enfocarse en “la loca”, “la consumidora”, que hacerse cargo de los propios problemas.
-¿Qué pasa con quienes no pueden pagar un tratamiento?
-Pasa que no tienen adónde ir. No hay lugares suficientes, no hay equipo interdisciplinario, no hay psiquiatras disponibles, no hay presupuesto. Y si tienen una crisis, terminan con una pastilla en la boca y un turno para dentro de cinco días. Eso si tienen suerte. Yo lo viví. Acompañar a una persona que te dice que se va a tirar de un puente, llevarla a la clínica y que la manden a su casa con una pastilla. ¿Quién se hace cargo si después se suicida? Eso es la primera parte. Después hay que construir estructura, límites, propósito de vida. Si no, cuando salís, volvés a lo mismo. Los costos de un tratamiento integral son altos porque requiere un equipo: psiquiatras, psicólogos especializados, terapeutas. Pero el sistema no lo garantiza. Entonces seguimos apagando incendios sin ir a la raíz.
-¿Recibió apoyo institucional para su trabajo?
-Tuve que pelear sola. Estuve casi seis años en un pequeño espacio de la Intendencia de Salto. Jamás me respaldaron. Me sacaron talleres, grupos, y el lineamiento vino desde arriba. También señala cómo, durante las campañas, la salud mental se usa para la foto, para el discurso, pero una vez que asumen, no se destinan recursos, ni personal, ni infraestructura. Me sacaron del Hogar Estudiantil por proponer prevención en adicciones. Dijeron que los padres iban a pensar que los gurises eran adictos. Eso es ignorancia.
-¿Se puede salir de una adicción?
-Por supuesto que sí. Yo estoy llena de ejemplos. Gente que estuvo internada, sin recursos, y hoy tiene otra vida. Pero hay que tener claro que no se sale solo. Necesitas ayuda, equipo, contención. Y sobre todo: un Estado presente. Hay salidas. Pero si seguimos negando el problema, si seguimos peleando entre egos, si no ponemos a gente idónea en los cargos, vamos a seguir perdiendo vidas. Y eso no se recupera.