jueves 17 de julio, 2025
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Caty Caffré: historia de una misión que nace con su hija y que buscó transformar la realidad del autismo en Salto

Por Melisa Ferradini.
Hace 45 años, cuando casi no se hablaba de autismo, nació Flavia. Desde entonces, su madre, Caty Caffré, comenzó una lucha incansable por la inclusión, la educación y la dignidad de las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA). En los años 80, cuando nació su primera hija Flavia y recibió el diagnóstico de autismo, no existía en Salto ni información, ni espacios educativos, ni contención para acompañar a las familias. Esa carencia fue el impulso que la llevó a movilizarse. Hoy, el Centro Flavia no solo es un símbolo de lucha y perseverancia, sino también una institución que brinda contención, educación y afecto a niños, niñas y adolescentes con TEA. En dialogo con CAMBIO, nos cuenta con un amor profundo la motivación como madre que la llevo a lograr concretar estos tan anhelados logros para toda la comunidad.
-¿Qué fue lo que le motivó a involucrarte en esta causa tan profundamente?
-Mi primera hija nació hace 45 años. A los tres años y medio fue diagnosticada con autismo. En ese momento, no se conocía casi nada sobre el tema. Deambulaba por las escuelas buscando un lugar donde la aceptaran, y no lo encontraba. Eso me llevó a pensar: ¿por qué no hay un espacio para estas personas? Empecé a buscar, a leer, a mirar películas, a copiar todo lo que pudiera servirle. Así fue como nació esta lucha, que no era solo por ella, sino por muchas otras familias.
-¿Cómo fue enfrentarse a una realidad tan dura siendo tan joven?
-Tenía solo 22 años. Me había casado joven, sin conocer mucho del mundo, y de repente me encontré con esta situación. Fue muy difícil para mí, para la pareja, para todo. Pero sentí que debía hacerme responsable. Yo era la mamá, tenía que protegerla, cuidarla, ayudarla a desarrollarse. Así que comencé a tocarle la carita y repetirle: “Yo soy mamá, tú sos Flavia”. Fue todo a fuerza de amor, de repetición, de intuición, relata.
-¿Fuiste madre y también educadora?
-Sí, lo fui. Aunque parecía una tontería en aquel momento, con el tiempo comprendí que todo lo que le di volvió a mí. Hoy, Flavia es una mujer adorable, independiente, le gusta estar con gente, salir a pasear. Pero todo eso costó muchísimo. No comía, lloraba día y noche, no tomaba mamadera, la alimentaba a cucharita. Y ahí comprendí que muchas mamás estaban igual que yo. Y que si no nos uníamos, no íbamos a lograr nada.
-¿Así comenzó el Centro Flavia?
-Exacto. Empezamos a reunirnos con otras madres. Pedimos apoyo a la comunidad, a todos los partidos políticos, a Primaria, al Ministerio de Educación y Cultura. Conseguimos una casa y comenzamos. Fue una lucha inmensa. Hoy parece un cuento, pero fueron años de gestiones y mucho esfuerzo.
-¿Cómo funciona el CEDAUTI actualmente?
-Hoy atendemos a 19 chicos entre semana, de lunes a viernes, de 9 a 17 horas. Algunos están todo el día, otros solo unas horas. También damos clases de apoyo a chicos autistas que asisten a escuelas o liceos. El Centro Educativo para Niños Autistas está ubicado en calle Brasil y Zorrilla. Es un lugar muy tranquilo y bien adecuado para ellos. Allí se les enseña desde cómo saludar, colgar la mochila, reconocer su espacio, hasta aprender con paciencia y contención.
-¿Qué significa hoy mirar hacia atrás y ver todo lo logrado?
-Es una satisfacción enorme. Flavia no pudo ir a la escuela, pero hoy muchos niños sí pueden. Eso nos da fuerzas para seguir. Llevamos 25 años trabajando sin parar. Hemos presentado proyectos en Montevideo para formar docentes, para integrar a los niños a la escuela desde espacios preparados. Yo puedo compartir mi experiencia como mamá, pero necesitamos técnicos formados. Es un trabajo en equipo.