
Decir que la zona norte del país ha padecido, y padece, una histórica postergación en todos los temas no es una novedad, pero el silencio ante esta realidad solo agrava la situación. La Ruta 31, vital arteria que conecta varias localidades, se ha convertido en un símbolo de este olvido, arrastrando años de reparaciones inconclusas y, lo que es peor, transformándose en una trampa mortal para quienes la transitan de noche. Desde 2013, el tramo de la Ruta 31 que va desde la rotonda de Policía Caminera hasta Colonia Itapebí ha sido escenario de obras interminables. A pesar de la constante presencia de maquinaria, el estado de la vía sigue siendo casi precario.
SIN SEÑALIZACIÓN
Si bien durante el día el estado del pavimento no representa un riesgo mayor, la situación se torna crítica con la caída del sol. Entre el kilómetro 18 y el kilómetro 54, a la altura de Colonia Itapebí, la ruta carece de señalización. No hay marcas que delimiten la banquina ni el centro de la calzada, dejando a los conductores a ciegas, sin saber si circulan por la derecha o invaden el carril contrario. Imaginemos el lector el peligro que implica tomar una curva sin saber por dónde se está yendo y, al mismo tiempo, sin poder prever la llegada de un vehículo de frente. Este escenario es una trampa mortal que exige una intervención urgente antes de que ocurra una tragedia.
LA INACCIÓN DE LOS DIPUTADOS LOCALES: ¿DESCONOCIMIENTO O INDIFERENCIA?
Es de suponer que los diputados por Salto están plenamente al tanto de esta problemática, dada la frecuencia con la que transitan por la zona. El diputado Álvaro Lima, previo a la campaña electoral, incluso hizo alarde en sus redes sociales de su conocimiento de la región. En el caso del diputado Pablo Constenla, se asume su familiaridad con el área por sus encuentros en Masoller. Por su parte, el diputado Horacio De Brum, cuya estancia se encuentra en la Ruta 4, se supone transita semanalmente por la zona, lo que lo convierte en un testigo directo y constante del mal estado de la Ruta 31. Resulta innegable que ninguno de ellos desconoce el problema; de hecho, lo han padecido en carne propia. Sin embargo, la evidencia sugiere una preocupante inacción por parte de quienes deberían ser los principales impulsores de una solución. La postergación de esta obra no solo afecta la calidad de vida de los habitantes del norte, sino que también pone en riesgo sus vidas cada vez que se aventuran a circular por una ruta que, en la oscuridad, se convierte en un verdadero desafío a la suerte.
LA RUTA 4: UN CALVARIO SEÑALIZADO
Más al norte, la Ruta 4, una vía vital para la conectividad regional, en especial con Artigas, y donde muchos productores ganaderos salteños tienen sus emprendimientos, enfrenta serios problemas a pesar de contar con señalización. Su calzada, en pésimo estado, solo ha sido objeto de «reparaciones precarias» que, tras cada precipitación, revierten la situación a su estado original: plagada de pozos y ondulaciones, convirtiendo el tránsito en un verdadero calvario para los conductores. La falta de soluciones duraderas mantiene a esta importante arteria vial en un ciclo constante de deterioro y remiendos ineficaces.