Por Padre Martín
Ponce de León.
Sin respetar la distancia que nos sugiere la situación en la que estamos inmersos, Jesús camina en nosotros diaria y constantemente.
Sus pasos son nuestros pasos en la medida en que nos animamos a correr riesgos.
No es fácil acostumbrarse a compartir con un Jesús que, en oportunidades, no es fácil descubrir y, por lo tanto, escuchar para vivir.
Todo implica de nosotros un prolongado esfuerzo de intentar saber mirar.
Saber mirar para no quedarnos, simplemente, en lo que vemos sino poder ejercitarnos en aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos”
El otro nos puede mentir, defraudar, frustrar pero nunca lo hace el Jesús que está en él.
Por sobre lo que podemos ver del otro debemos saber mirar lo que Jesús, desde el otro, tiene para ayudarnos a ser mejores personas.
Es, siempre, encontrarnos con un alguien que no nos va a defraudar o desilusionar.
Así como Jesús nos llega desde los demás es muy importante asumir que también lo hace desde nosotros.
Camina en nosotros. ¿Qué Cristo transmitimos a los demás?
Puedo transmitir a un alguien que no se involucra en la vida de los demás. Un alguien que solamente hace referencia a una vivencia interior despojada de lo esencial de nuestra condición de personas que es ser seres en relación.
Puedo transmitir a un alguien que vive, porque desde nuestra comodidad así se lo imponemos, en un distanciamiento social permanente. Lo transformamos en un alguien que hace y dice a nuestra realidad interior pero que no nos lleva a demostrarlo en nuestro actuar o vivir. Lo hemos encerrado en un templo o en nuestro interior y no le permitimos salir a la calle puesto que ello es demasiado comprometedor.
Puedo transmitir a un alguien a quien dejo introducirse en mi vida y me hace actuar en consecuencia. Hacer tal cosa es vivir en un aprendizaje constante y en una búsqueda permanente.
Quienes viven esta última postura mencionada saben que lo hacen desde su realidad y ello implica la constante posibilidad de equivocarse y la permanente búsqueda de nuevas oportunidades.
Las dos primeras posturas mencionadas son muy seguras y tranquilas pero, si lo miramos bien, están muy lejos de ser fieles a lo que nos enseña el Jesús de los relatos evangélicos.
Camina en nosotros pues todo lo nuestro dice de Él.
Mil veces es preferible equivocarse por estar en constante búsqueda a ser fieles a su propuesta que no equivocarnos por quedarnos de brazos cruzados haciendo nada.
Nuestra realidad de cristianos nos debe llevar, necesariamente, al compromiso con la realidad de los demás. Era lo que realizaba Jesús y es lo que nos pide hagamos nosotros.
Hoy en día se han multiplicado las muestras de solidaridad y no podemos estar al margen porque Jesús fue solidario con los que acudían a Él en busca de su ayuda.
Sin duda que Jesús no curó a todos los enfermos ni les dio de comer a todos los con hambre de su tiempo. Lo hizo solamente con algunos que se llegaron hasta Él.
No nos pide a nosotros intentemos solucionar todos los problemas del hoy pero sí nos solicita involucrarnos, en la medida de nuestras posibilidades, con la realidad en la que estamos inmersos.
Desde cada realidad se llega hasta nosotros solicitandonos hagamos algo para que otros puedan ayudarse.
Desde cada realidad se llega hasta nosotros para solicitarnos una voz de esperanza, una sonrisa cercana y un corazón solidario.
Desde cada realidad se llega hasta los demás para hacerles saber que no están solos y que a Él le importan.
Camina en nosotros para que nuestro actuar ayude a que el amor crezca entre todos, la cercanía sea una realidad y la fraternidad una expresión sincera.
Camina en nosotros y asumir tal cosa debe convertirnos en testigos desde lo que hacemos aunque muchas veces nos sintamos cansados o desanimados.
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