Similitud
Por el Padre Martín
Ponce de León
Sus muchos años dependiendo del alcohol le van deteriorando las neuronas y ello es progresivamente evidente. No se necesita ser un técnico o un experto para constatar un creciente deterioro mental en su persona. Quizás, también, tenga algún deterioro físico pero ello debería diagnosticarlo algún experto y, por lo tanto, me reservo dicha opinión. Su deterioro mental es por demás evidente y alcanza ver alguna de sus actitudes para constatar lo cierto de ello. Sus muchos años detrás de su inseguridad le han marcado en su comportamiento actual y ello es evidente. No es necesario ser muy técnico para constatar que su inseguridad va creciendo en directa proporción a sus años. Ha tenido una vida cargada de años y de tareas pero siempre se ha limitado a hacer lo que se esperaba de él: cumplir con lo que se le encomendaba. Ahora que sus años son abundantes y tiene el derecho a una actividad más plena de libertades ello lo desestabiliza y colma de inseguridades. Me llama la atención la necesidad que ambos tienen de justificar lo que hacen o están por hacer. Todo lo que hace lo informa como si le fuese necesario contar con una autorización que lo justifique. Desde lo ridículo de informar que va al baño hasta lo insólito de juntar agua para no hacer ruido utilizando la cisterna. Para todo lo que realiza busca brindar una explicación como si se le cuestionase cualquiera de las decisiones asumidas. Explica las razones por las que va a reiterar un algo de postre o el motivo por el que no ha querido servirse más comida. Parecería como que el hecho de tener una autorización les otorga una tranquilidad que, sin ella, no poseen. Pero, debo decirlo, nunca he visto a nadie solicitándoles una explicación por sus acciones. Nunca han podido escuchar una disposición que les impida hacer algo o lo que deseen. Pero esa libertad les hace daño puesto que requieren, para moverse seguros, de la tranquilidad de estar cumpliendo lo autorizado. Debe ser muy triste vivir con la libertad haciendo daño. Generalmente uno supone debe ser lo contrario pero, sin duda, hay seres que han vivido tan condicionados que no saben vivir en el uso maduro de su libertad. Sus vidas han sido tan condicionadas que no logran vivir con la libertad en sus manos. Uno necesita el alcohol para vivir con espontaneidad y el otro de las normas para saberse cumpliendo. Sin duda que son dos tristes vidas puesto que no ha de haber nada más gratificante que poder actuar con libertad. Una libertad que permite la creatividad, fomenta la responsabilidad y despierta iniciativas. Una libertad que nos hace adultos, llena nuestras manos, nos ocupa para ser útiles y nos hace ser felices. Sin “el andador” del alcohol no sabe vivir con espontaneidad. Sin “el andador” de las obligaciones establecidas no puede vivir tranquilamente. Sin “el andador” temen equivocarse o ser censurados. Sin “el andador” temen asumir la responsabilidad de alguna equivocación que no desean enfrentar. ¡Como si no fuese mejor y más saludable deber reconocer un error que vivir sin libertad porque obedeciendo u cumpliendo únicamente!