sábado 15 de febrero, 2025
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Masón que derrocó al Papa, creció en Salto

Dr. Pablo Perna
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Dr. Pablo Perna

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Por Pablo Perna
Desde el año 330 d/c la iglesia católica impone su poder espiritual en el mundo, definía hasta después de muerto quien iba al infierno o al paraíso, así como también poseía el poder absoluto terrenal en sus Estados Pontificios; con sus ejércitos imponía sus leyes creadas por su forma de gobierno que era la monarquía absoluta, donde su líder era elegido por un grupo selecto de cardenales en el Conclave, tendría poder vitalicio y sería considerado el representante de Dios en la tierra.
Con este poder absoluto y de “origen divino” los papas cometieron abusos, no permitiendo entre otros desmanes que las personas pensaran libremente fuera del cristianismo, por lo que el pueblo italiano en el S XIX comienza a revelarse, y en 1870 el Papa Pio IX es derrotado por la revolución, por lo que se refugia en el Vaticano y se considera preso hasta el día su muerte. Recién en el año 2000 el papa Juan Pablo II, beatifica a su antecesor por sus esfuerzos fallidos de haber sido el último papa en defender con sangre los territorios de la iglesia.
Uno de los máximos líderes responsables de ponerle fin a siglos de la tiranía de los papas, ser considerado padre fundador de Italia y reconocido mundialmente, que hasta el presidente de EE.UU Habrán Lincoln quiso tenerlo en sus filas, es difícil pensar que esa persona creció militarmente en Salto, fue simpatizante del Partido Colorado y peleo bajo las directivas de Fructuoso Rivera. En 1839 comenzaba la Guerra Grande en el Río de Plata, por lo que el presidente ordena a este líder de 38 años, recientemente iniciado en la masonería en nuestras tierras, a defender a la ciudad de Salto ante la invasión extranjera liderada por el dictador argentino Rosas, por lo que el protagonista con su legión reducido en cientos de hombres, estratégicamente resuelve fortificar la ciudad, hoy intermediaciones de plaza 33, y resuelve avanzar hacia el enemigo a campo abierto, realizándose el combate en la zona donde hoy se encuentra el campus del Club Remeros; astutamente se atrincheran en un saladero de la zona y al mejor estilo de la película “Trescientos”, con poca pólvora y mucha armas blancas, va reduciendo al enemigo que lo superaba ampliamente en número. El italiano logra su objetivo, protege a la ciudad y el enemigo se retira; esto fue lo que sucedió en la famosa batalla de San Antonio el 8 de febrero de 1846 en Salto.
El presidente uruguayo por su heroica hazaña lo asciende inmediatamente a General, honor que rechaza, el pueblo de Salto para que sus futuras generaciones jamás olviden esta hozada defensa a la ciudad, construye en su honor y en lugar de los hechos el obelisco más grande que existía en aquel momento, y dentro del mismo colocan restos y armas de los legionarios muertos, y a la avenida que atravesaba el campo de batalla le ponen su nombre. Tengo el honor de conservar un parte de guerra firmada en ese año en Salto por el protagonista.
Al retirarse de nuestro país proclama: “Ante vuestros valientes conciudadanos he aprendido como se combate al enemigo… no me debe nada vuestra bella patria, yo cumplí humildemente con mi deber de soldado de la libertad y estoy orgulloso de mi título de Ciudadano de la República”.
Al conmemorase fecha de tan extraordinario episodio que fue protagonista un líder mundial, hoy olvidado por generaciones y reconocido únicamente por masones del mundo que visitan nuestra ciudad, queríamos recordarlo. En el S XIX Salto también tuvo a sus Cavani y Suárez que nos representaran en el planeta, pero a este lo apodaron por sus glorias en ambos continentes, “héroe de los dos mundos”; hablamos de Giuseppe Garibaldi. ¡Viva la República!