viernes 26 de julio, 2024
  • 8 am

Para el disfrute

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Justo que me había acostumbrado a poner 2019 debo comenzar a cambiar.
Volver a asumir que el 2019 ya no corre más y debo poner 2020.
Sé que al comienzo me habrá de costar y que, tal vez, alguna vez se me equivoque y surja el 19 pero así como aprendí a lo largo de este año deberé volver a aprender.
Hoy, para empezar con nuestras “mesas compartidas”, nos reunimos, a medio día, con aquellos que viven en casa. Faltaba uno pero eran mayoría.
Tal vez la comida era demasiado sencilla para un comienzo de año pero era tan sólo una excusa para compartir.
Y vaya si fue disfrutable la comida. Cuentos, experiencias y más comentarios hicieron un almuerzo por demás exquisito.
Casi una hora, para mí muchísimo tiempo, de mesa compartida. Nadie tenía apuro y yo menos que ellos.
Me limité a escucharles y disfrutar con sus historias cargadas de vivencias.
Me sentía un privilegiado compartiendo aquellas charlas y la comida con dos personas que no tendrían con quien conversar y, mucho menos, una comida para servirse en una mesa con platos y cubiertos.
No tenían ellos una oportunidad sino que eran ellos quienes me regalaban la oportunidad de tener tal instancia.
En un momento experimenté el deleite de estar en una mesa donde Jesús disfrutaría.
Eran, los dos, algunos de esos seres que, en un día como hoy, la gran mayoría de la sociedad no habría mirado.
Son ellos, por lejos y aunque nos incomode, los más preferidos de Jesús.
Son ellos, sin dudarlo, con quienes Jesús habría compartido la mesa de Año Nuevo.
Pensaba en muchas personas y ante las mesas que estarían. Mesas con más abundancia de comida. Mesas con más opciones o con más bebidas para acompañar. Y solamente se me ocurría pensar en lo que se pierden.
Ya lo dije en otro artículo, le robé a una amiga la expresión “pide pan” y hoy, sentía era lo más hermoso que me podía haber pasado el compartir con ellos el almuerzo.
Me sentía respetado pero en el mismo nivel que ellos debido a la confianza de sus confidencias.
Me sentía privilegiado de tener tal oportunidad y las oportunidades tenidas durante el año transcurrido.
Algunas situaciones no han sido muy gratas pero siempre me han enseñado.
Inmensamente he disfrutado con ellos puesto que me han brindado mucho más de lo que uno, en su pobreza, puede hacer por ellos.
He aprendido la importancia del vivir día a día y saber disfrutar de las pequeñas cosas.
He aprendido lo innecesario que es, muchas veces, prestarle atención a los comentarios de los demás.
He aprendido que lo más necesario es poder soñar e ir en pos de ello aunque resulte pequeño y pobre para muchos.
He aprendido que siempre se encontrará una mano tendida que no nos dejará solos.
He aprendido que no se debe fallar al que confía en nosotros.
He aprendido que Jesús está en ellos y no lo puedo defraudar.
No se habló de religión pero, sin duda, la mesa de hoy fue una gratificante clase de cristología que he podido recibir.
Yo sé que, tal vez, muchos no podrán entender mi experiencia de hoy. No la entenderían porque no les conviene o porque, tal vez, no podrían soportarla.
La he querido compartir porque, realmente, vale la pena.
Vale la pena escuchar para aprender. Vale la pena disfrutar de sus sonrisas. Vale la pena sentirse uno con ellos y sus dramas. Vale la pena sus vidas de “pide pan”
Vale la pena haber estado compartiendo la mesa y los relatos contigo.
Vale la pena tener una oportunidad para disfrutar tanto.
Vale la pena nunca me acostumbre a ello como el olvidar el 19 y poner el 20.