martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

Sonidos

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Es sábado y en este momento son las siete de la mañana, estoy sentado frente a mi escritorio mientras escribo la columna que será publicada en este mismo diario al día siguiente.
Escucho un ruido de un vehículo que se frena frente a mi casa seguido de unos pasos y a continuación, otro ruido de un objeto se arrastra por el piso, acaba de llegar a mi casa el Diario Cambio, sin necesidad de ver, a través de los sonidos, sé que cosas están sucediendo ahí afuera.
Los ruidos son como mensajeros que generan códigos que traen información vinculada a un idioma que nadie enseña y que se va aprendiendo sin querer dándonos pautas de todo lo que sucede alrededor.
El sonido es consecuencia de una vibración mecánica que se puede trasmitir a través de un medio elástico, por ejemplo, el aire.
Esa vibración siempre tiene un origen y a través de ondas llega a otro lugar y se transforma en tal si hay un instrumento receptor que lo percibe, por ejemplo el oído.
Cada ruido tiene una causa y por consiguiente un significado que el receptor lo podrá interpretar de diferentes maneras o no, pasando en ese caso a la categoría de sonido o ruido de origen desconocido.
El aíre que por suerte abunda en la superficie de la tierra hasta cierta altura de la atmósfera, resulta ser un excelente vehículo para la trasmisión del sonido a través de cual se desplaza con toda comodidad a una velocidad de trescientos cuarenta y tres metros por segundo o lo que es lo mismo, mil doscientos treinta cinco kilómetros por hora.
Esta velocidad permite mantener una conversación mano a mano con otra persona sin delay pero si estamos a cuatro cuadras, deberemos de esperar un segundo para que llegue cada mensaje hablado, aunque tampoco escucharíamos nada por la distancia a menos que los trasmitiera un parlante de alta potencia, situación en el que el sonido llegará con cierto retraso.
Cada sonido parte de algún lado pero para cada individuo se transforma en un mensaje que siempre evoca algo, una suerte de idioma al que cada uno se va adaptando en la medida que comienza a entender el medio que lo rodea siendo la palabra, el sonido más perfeccionado, creado por el hombre y que utilizando determinadas cadencias y encadenando sonidos, milagrosamente, son interpretados por otros que han ido aprendiendo a escuchar y discernir esa cadencia sonora.
El oído en un órgano maravilloso que percibe y le trasmite al cerebro lo que escucha, el cerebro lo procesa y milagrosamente interpreta el contenido del mensaje de la manera que cada uno sea capaz de entenderlo.
Los mensajes son diversos, la naturaleza en bruto aporta muchos sonidos que me trasmiten, sin la necesidad de estar mirando.
Cada sonido, físicamente es una vibración con una determinada longitud de onda y siempre será igual cada vez que esa longitud de onda se repite y seguirá siendo igual aunque nadie los escuche, sin embargo, en la percepción de cada uno de nosotros, ese simple sonido puede generar un efecto muy diferente, el trueno, el viento, la lluvia, el canto de un pájaro, el ladrido de un perro y de acuerdo a la historia y la experiencia de cada uno, cada sonido evoca diversas sensaciones, de fastidio, de alegría, de tristeza, de curiosidad, de esperanza, de emoción.
Quizás los sonidos más agradables son los que traen la música con sus melodías, una caricia cadenciosa para los oídos, una agradable sensación que calma hasta las fieras, un idioma universal que no necesita de traductor, sonidos sabiamente combinados por genios tocados por una varita mágica en un momento de inspiración.