Ec. Joaquín Forrisi para
Estudio Signorelli & Altamiranda
Desde inicios de marzo los mercados financieros globales han estado a la baja y con un nivel de volatilidad poca veces vista en un el pasado cercano.
Dos causas excluyentes lo motivan, la irrupción del coronavirus y la falta de acuerdo en los países de la OPEP –Organización de Países Exportadores de Petróleo-
¿Por qué el coronavirus impactó en las bolsas? Básicamente lo que ocurrió es que para bajar la tasa de propagación del virus, las autoridades sanitarias de casi todos los países del Mundo han estimulado (compulsivamente incluso) a que las personas no se desplacen de sus casas, con el objetivo de bajar la tasa de propagación del virus. En una economía en donde los agentes económicos reducen significativamente su consumo, las empresas no venden y en términos agregados se espera una gran recesión global. La profundidad de esta recesión es aún una incógnita, es la primer crisis sanitaria global con los niveles actuales de globalización en las comunicaciones e internacionalización de los procesos productivos.
El segundo efecto resulta tal vez menos difundido, pero tiene igual o mayor importancia que el anterior. El mercado global de petróleo está caracterizado por pocos oferentes que, organizados en la OPEP, acuerdan respecto a las cantidades a producir de forma tal que, restringiendo la oferta, pueden mantener altos precios en el mercado. Y en ese escenario dos de los principales países con mayor poder en el cartel prometieron ampliar su producción, presionando a la baja el precio del hidrocarburo, provocando que el precio del petróleo pasara de USD 50 a principios de marzo a cerca de USD 30 esta semana.
Esta combinación es la tormenta perfecta: baja de la demanda global de bienes y servicios y guerra de precios entre los principales oferentes globales de petróleo.
Cómo es costumbre, el capital suele refugiarse en activos seguros cuando ocurren problemas de volatilidad en el mundo, este proceso se denomina fly to quality. Esto llevó a que no solo las bolsas se desplomen, sino a que los capitales dejen los países emergentes y “vuelen” hacia activos “más seguros”.
Las economías de América Latina han sufrido una sangría de capitales. En Brasil el Real pasó las 5 unidades por dólar, en México el Peso Mexicano llegó a $ 22 por dólar. En el mercado argentino en tanto el dólar blue llegó a $ 85 sobrepasando inclusive el dólar turista.
En Uruguay la depreciación del tipo de cambio ha procurado acompañar la de los principales socios comerciales. Esto genera ganadores y perdedores. Cómo ganadores tenemos al sector exportador y con ello, en el largo plazo, la actividad económica en su conjunto. Cómo perdedores inmediatos encontramos a los sectores importadores o los no transables con consumo en dólares, típicamente los asalariados.
Sin embargo, existen sectores con gran riesgo de descalce financiero en esta situación. A modo de ejemplo, una empresa constructora que haya presupuestado en moneda nacional y tiene mucho de sus costos en dólares, importadores que importaron con un dólar a $ 38 pero deberán pagar el dólar a $ 47 y donde seguramente no logren traspasar el 100% de la depreciación al consumidor final.
El uso de instrumentos financieros denominados derivados pueden mitigar los riesgos en los que las empresas se encuentran inmersas a causa de la vitalidad de los mercados financieros. La globalización, y con ella la volatilidad financiera global, es parte de la realidad empresarial, tener en la empresa una estrategia de gestión de riesgos financieros, con el asesoramiento pertinente, es de vital importancia para sobrellevar estos eventos impredecibles pero cada vez más habituales.
En futuras entregas habremos de desarrollar estos instrumentos.
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