Por Gerardo Ponce De León
¡Ojalá, que esté equivocado! Tengo la sensación de que cuando se termine el problema de la pandemia que nos ha tocado vivir va a ser poco de las cosas buenas que nos ha querido enseñar. Me baso en que muchos están priorizando lo económico, mucho antes de salir del problema, dejan de lado al ser humano para ver la solución de los problemas económicos.
No puedo dejar de reconocer que es un “tajo” grande que sufre la sociedad, pero no hablamos de mantener el apoyo firme y solidario que se le brinda a los más carenciados. Buscar o tratar de solucionar la gente de calle, los mendigos, esos que son incapaces de buscar un trabajo, porque saben muy bien que en las condiciones que presentan, no existe una plaza laboral para ellos.
Veo que se ha comenzado a luchar contra la explotación sexual de menores, siendo este un problema de educación, necesidades y consumismo. También es un problema de gobierno los que se viven en el sector rural, abigeato y ahora le agregamos el de los copamientos. Pero es muy entendible que esto suceda, dado que la prioridad está en la lucha contra la pandemia.
Y acá es donde viene mi comentario del comienzo de este escrito. Me da la sociedad que cuando está presente el miedo entran los cuidados entendemos que si yo me cuido estoy cuidando a otro; pero desaparece el temor, la posibilidad de un contagio, se retiran las precauciones y se vuelve a lo que se vivía antes del Covid-19. Creo que es una realidad no estamos acostumbrados a un encierro y la razón debe de andar en que somos un país, que no ha sufrido. No recuerdo, pero creo que sí, que les puse, en un escrito el ejemplo de Japón.
Al no sentir el miedo a la muerte, cosa que los adultos mayores y más con problema de salud sienten, bajamos la guardia frente a algo que sentimos superado. Nos ha vuelto a la realidad el problema del camionero brasilero, algo, un dejo de temor volvió porque la realidad es que esta el virus latente y basta un descuido para que nos de un susto. Es por eso que deseo estar equivocado.
Los otros días me entregan algo y nuestras manos se rozaron, lo que llevo a un comentario mutuo: “que suave tenéis las manos” y ambos, por algo que no estábamos acostumbrados a usar, le echamos la culpa: ” es el alcohol gel que usamos”, nos reíamos los dos, primero que nos diéramos cuenta de la suavidad de las manos, -cosa que nunca le presté atención- y segundo el uso del alcohol gel le agregaría el lavado más asiduo de las manos con jabón.
Esta puede ser una costumbre que nos quede, y no nombro a la solidaridad ya que considero que es una gran virtud que tiene el uruguayo dentro de sí.
Distancia, saludo, abrazo, son también parte nuestra y va a ser muy difícil de cambiar. Miraba una publicación en la que una pareja se besaba con tapa boca, barbijo, como usted quiera llamarlo y enseguida se me hizo la imagen de que no creo que esto llega para quedarse.
Tome este escrito como un pequeño divague sobre una sensación que se le ocurre a quien lo hace, sin ninguna base real ni científica, que llega a eso, en pequeñas observaciones, dadas por nuestra forma de vivir. En lo que me es personal, creo que tenemos que seguir cuidándonos, hacer carne propia las cosas que nos piden; tener mesura en nuestro actuar; meternos en la cabeza que al cuidarnos nosotros estamos cuidando a los demás.
Si esto sucede me van a demostrar que estaba equivocado, sino me van a dar la razón y ojala no me la tengan que dar.
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