Don Armando Barbieri
Por Leonardo Vinci.
Se denomina liturgia a la forma con que se llevan a cabo las ceremonias de una Institución, es decir, al conjunto de actos que forman parte de su culto.
Y precisamente, es de la liturgia colorada, la fuente de donde mana toda su fuerza.
Por esa razón, todos los 7 de setiembre recordamos la partida de un gran ciudadano.
Armando Barbieri había obtenido el título de Arquitecto en la Facultad, y el de “Don” en las calles.
El pueblo lo había ungido con ese vocablo como una expresión de respeto y cariño.
La adhesión ciudadana a sus exitosas candidaturas hablan, por sí solas, acerca del respaldo popular logrado en su larga trayectoria política: Diputado Departamental, Director del Banco Hipotecario, Senador de la República, Presidente de la Asamblea General, Presidente del Concejo Departamental e Intendente de Salto.
Sus formidables realizaciones las disfrutamos en nuestros días, al tiempo que admiramos su visión arquitectónica del futuro.
Su amor por los estudiantes ha quedado plasmado tanto en la Escuela Industrial, en el Liceo nocturno, o en la Universidad.
La conducta digna con la que se distinguió en los años oscuros de la dictadura de Terra, como prisionero en la infame Isla de Flores, es un timbre de honor que nos enorgullece a sus seguidores.
Prisionero político, no guerrillero ni terrorista. Prisionero político por defender las instituciones, no para derribarlas.
Su magnetismo y poder de convocatoria configuraban un peligro para el nuevo régimen. De manera que él y otros prestigiosos ciudadanos de todo el país fueron llevados prisioneros a la isla y alojados en unos barracones del antiguo Lazareto, de construcción muy vieja y mal conservada.
Cuenta Hugo Barbieri que “Para el clima inhóspito del lugar no ofrecían ni siquiera un mínimo reparo las ventanas, que tenían solo algunos vidrios sanos; no existían instalaciones sanitarias adecuadas. La higiene brillaba por su ausencia, los colchones estaban rellenos de paja con forros manchados y rotos. La comida era escasa y desagradable. Viendo que en lugar había una vaca lechera, se las ingenió para conseguir algún vaso de leche por día, esa fue su salvación. En sus últimos años acostumbraba tomar leche a distintas horas, a veces en sustitución de la comida, tal vez consecuencia de aquella dura experiencia».
En una de las cartas enviadas a su esposa desde el penal le decía “Ayer nos comunicaron que debíamos optar entre el destierro y la permanencia en la Isla. La mayoría de los compañeros resolvieron salir al extranjero, quedando yo en compañía de siete u ocho camaradas acá».
Cuenta la leyenda que un día, el guardia encargado de pasar lista le preguntó a un subalterno si ya estaban todos formados, cuando voz enérgica se oyó desde la fila de prisioneros “… ¡No! Falta Grauert”
Julio César Grauert fue muerto desangrado en un calabozo, por falta de asistencia de los esbirros del régimen en las cercanías de Minas luego del golpe de estado.
Un día, la dictadura terminó, y Don Armando desarrolló una carrera política sin igual.“Los batllistas de Salto somos muy afortunados.
Nuestra historia fue escrita por los hombres más importantes de la política y la sociedad, hacedores de la ciudad y el Departamento. Sin duda, Barbieri fue uno de ellos.
Es ante su tumba donde los colorados nos encontramos, nos hermanamos y como los jóvenes griegos, la visitamos en búsqueda de inspiración.