viernes 26 de abril, 2024
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¡Feliz 2021!

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Más de una vez, he mencionado el hecho de la contención, de la ayuda que tenemos que brindarle al prójimo. En un reportaje, del diario El País, del domingo 24 de diciembre, de este año, en sección A, publican lo que les comentó el padre Miguel Ángel Hernández, quien es el director de Pastoral de la Salud de Arquidiócesis de Montevideo. El resalta los aspectos que tenemos que tener en cuenta con los pacientes y familiares de los mismos.
«Estar presentes, acompañar y escuchar. Tres acciones que son sencillas de pronunciar pero difíciles de llevar a la práctica, más en un año marcado por la pandemia y cuando se destinan a personas que sufren». Dice en dicho reportaje.
Creo que me gustaría que agregase tres virtudes más: esperanza, alegría y contacto. Siempre tenemos que darle, frente al que sufre la esperanza y ello significa trasmitir la alegría de vivir, aunque suene a falsedad, por intermedio del contacto. Nuestra presencia se valoriza mucho más, lo acompañamos con el corazón y hacemos realidad la grandeza de Dios, que nos ha dado una boca y dos oídos para que hablemos menos y escuchemos más.
Pero esto que les escribo, tendríamos que aprender a practicarlo con los «viejitos» (cariñosamente) que sin estar enfermos, están internados en un asilo, solos y sin nadie que los escuche o simplemente, que le preste atención.
Cuando tengo una oportunidad de charlar con futuros médicos, les pido que: aprendan el nombre del paciente, que se sienten en la cama, y que si se puede, le brinden el calor humano, en un toque, un apretón de mano o simplemente una caricia, si podemos llegar más lejos, darle un beso. Todo esto me lo ha enseñado la gente de la cual uno tiene mucho que aprender. Una señora una vez, nos comentó que gracias al apoyo que le daba su compañera de camino, podía realizar cosas que si ella le sería imposible de hacer. La acompañaba al Hospital, a cobrar, a visitar los familiares, y todo porque veía en esa señora a su madre, dado que cuando necesitó ayuda fue quien le dio la mano para salir del pozo que había caído.
Son «bobadas» me dirán, pero la poca experiencia o el roce, con determinadas personas, me han llevado a valorar esos pequeños grandes gestos, ya que ellos luego lo hacen saber y agradecen.
Miren que no soy ejemplo de nada, y si soy un gran atrevido, frente a la experiencia que tiene el sacerdote Hernández, a pesar de su juventud; ya que el puesto que ocupa, lo debe de haber llevado a tener mucha más vivencias que la que tengo.
Entonces no queda otra cosa, que junto a los augurios comunes que nos hacemos en las fiestas, podamos agregar: alegría, presencia, aprender a escuchar, comprensión, contención y comprensión.
Esta pandemia, que no es la culpable de todo lo que nos está pasando, sino que nuestro egoísmo, apego a lo material, ceguera, el no querer mirar a nuestro costado para ver al ser humano que está a nuestro lado; han acentuado los problemas que nuestra sociedad, el mundo entero sufre. El hambre; el abandono; el desprecio hacia el ser humano, que es tomado como fin para lograr nuestras metas materiales; el consumismo; existieron, existen y existirán, con o fin Civid-19. Este mal nos a hace abrir los ojos y ver la miseria, acentúa la pobreza y el hambre.
No en vano está el viejo refrán: «Dad a Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios»
FELIZ AÑO 2021, para todos.