Por Juan Carlos Ambrosoni
En estos últimos meses todos nos hemos vistos envueltos en cuestiones como, cuando llegarán las vacunas, cual quiero darme o principalmente, si voy a inyectarme alguna o no. El asunto tomó mucha relevancia en la sociedad, sobretodo porque el escepticismo ganó terreno más de lo imaginado, al punto que los mencionados asuntos llegaron a tener un tinte ideológico a un nivel muy importante. Al día de hoy pareciera que la realidad marca que la incertidumbre y paranoia inicial ya la superamos y hay una gran predisposición por parte de la población a inmunizarse del COVID-19, pero todavía quedan algunos que no están convencidos, ya sea producto de la duda misma o del relato que se captó.
Es un hecho, la espera terminará. El próximo lunes 1° de marzo los uruguayos comenzaremos a vacunarnos, empezarán los docentes, maestros, militares, bomberos y algunos menores de 50 años de edad, luego la prioridad la tendrán las personas más longevas, quienes contarán con la ejemplar de mayor efectividad, y así sucesivamente vendrán otros grupos de la población.
Quién pensaría que exactamente un año después de la asunción del gobierno, estaríamos a la expectativa y entusiasmo de tratarnos conjuntamente contra un virus que trastornó la realidad del país y del planeta.
Muchas interrogantes emanaron de todo este contexto, hubo y aún hay escépticos que no quieren aceptar la vacuna por el hecho que la misma sea originaria de tal o cual país, politizando el asunto y provocando en otros ciudadanos la duda de vacunarse o no. Se les podría preguntar a esas personas ¿anteriormente cuando accedieron a una inyección, habían cuestionado su procedencia? Seguramente no. El escenario y camino vivido quizás se presta para plantearse ciertas dudas, pero de lo que hoy por hoy no se puede sospechar es de la ciencia y su papel en esta pandemia. Acceder a vacunarse es indudablemente una responsabilidad personal y principalmente un acto de empatía con la comunidad. Hay más ventajas en admitir inmunizarse que en no hacerlo. Primero que nada y fundamentalmente se está ganando en mayor o menor medida (dependiendo de la dosis) una garantía individual para la salud de uno mismo. Si todavía hay a quienes le quedan algunos recelos y son flexibles a ceder, que miren y lo hagan por el de al lado, por su familia, amigos o conocidos. ¡Si habremos aprendido a valorar las cosas este último año! Vacunémonos por el que la pandemia le arrebató el trabajo, por los que fueron afectados psicológicamente por el encierro o por aquellos que se les llevó repentinamente algún ser querido; por nuestros pares que injustamente pagaron lo que no debían y que inclusive no siguen estando exonerados de repetir estas atrocidades.
No se trata de una dicotomía de buenos o malos, la vacuna no es obligatoria y tenemos la libertad de optar por concurrir a un centro de vacunación o no, se basa en el aporte que uno le puede dar al país en estos tiempos tan complejos que corren. El largo proceso de erradicación del virus comienza la semana que viene y en cada uno de nosotros está en poner nuestro granito de arena. El acabamiento de todo, según expertos, no será en el corto plazo, pero en el entrante marzo se entra a dar el primer paso del extenso final de esta inusual experiencia colectiva.
Que la duda no nos gane, vacunémonos.
Locales