martes 7 de mayo, 2024
  • 8 am

Reparar el futuro

César Suárez
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César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Cada vez que una persona comparte un ámbito con otra, por tiempo prolongado ya sea en el hogar como a nivel laboral suelen establecerse normas de convivencia, a veces habladas y en otras ocasiones tácitas surgidas de los factores culturales incorporados de la vida cotidiana donde cada uno comprende sin necesidad de acordar, qué papel le cabe a cada uno en esa relación. Cuando alguien decide no respetar esas normas tácitas, se genera el germen de un conflicto, sobre todo cuando uno de ese dúo hace prevalecer su inteligencia, su fuerza o su ventaja económica.
Cuando ese núcleo binario se multiplica, con participación de más individuos, el relacionamiento comienza a complicarse por las múltiples interferencias interpersonales que frecuentemente obligan a establecer reglas de convivencia más explícitas a través de reglamentos o estatutos, acordados en ocasiones e impuestos en otros, sobre todo si se ingresa desde afuera a un núcleo ya formado y que no necesariamente esta persona comparte esas regla pero no le queda otra opción que aceptar, protestando o no.
Pero de acuerdo o no, cada uno debe saber cuál es el papel que a cada uno le cabe y siempre suele haber una autoridad que en casos extremos debe ocuparse de hacer cumplir las reglas cuando alguien no las cumple o no está dispuesto a aceptarlas.
Pero por encima del o los núcleos que cada uno forme, todos vivimos en una comunidad multitudinaria y normalmente, somos parte de una nación y en el caso de nuestro país, estamos regidos por un sistema social, político y jurídico construido a través de toda nuestra historia, en forma dinámica y versátil, adaptable a las circunstancias históricas y a las inquietudes sociales.
La constitución y las leyes nos ponen un marco que no necesariamente son compartidos por la totalidad de la sociedad y siempre hay una fracción de la sociedad que transita por fuera del marco jurídico, algunos en forma flagrante y muchos, “pisando” con frecuencia variable “la banquina”
Lo saludable, es que las leyes se cumplan o se hagan cumplir, de lo contrario la ley pierde sentido, pero cuando en una sociedad un número muy importante de sus integrantes transgreden la ley, algo malo está sucediendo, o la ley no se adapta a la situación social o quienes tienen que hacer la cumplir no lo hacen.
Cuando se hace cumplir la ley a rajatabla a costa de tener un número desproporcionado de presos, también algo anda mal, hay que preguntarse ¿por qué hay tantos al margen de la ley?, algo está fallando.
Trece mil personas es una suerte de ejercito irregular al margen de la ley y en conflicto con la sociedad, es un individuo cada doscientos setenta personas, parece que no es demasiado, pero alrededor de cada preso, hay una familia, generalmente en situación de pobreza, hay esposas, hijos, padres, hermanos, amigos y hay resentimiento.
Conceptualmente, para un hijo, el padre no es un delincuente, es un padre, para su mujer es su marido, para los padres es su hijo, para todos, un padecimiento, sobre todo en situación de pobreza, un germen de marginalidady resentimiento.
Sin duda que el estado tiene que combatir eficientemente el delito, pero cuando muchos se vanaglorian de un preso más, yo me quedo pensando en los que quedan afuera, niños, esposas, padres hermanos, cultivando odio hacia el brazo ejecutor de la autoridad representado por la policía.
Por la salud de la sociedad de ahora, pero sobre todo por la salud de la sociedad del futuro, el estado debe invertir en el entorno del preso, en los que quedan afuera, el estado debe tener una política de rescate, porque también son parte de la sociedad y aunque no nos provoque empatía, simplemente, pensando en desactivar el “ejército” marginal del futuro, es necesario ocuparse de desarmar la escuela del crimen ahora porque cuanto más marginados y resentidos se generen mayor será el ejército irregular que ponga en jaque a la sociedad del futuro y sin duda, de eso, todos somos responsables cuando miramos para otro lado y peor que eso, cuando el estado no asita a los desamparados, el narco tráfico toma su lugar para sostener su negocio, estimulando la marginalidad que nos agobia, ahora y nos agobiará más en el futuro si la dejamos fluir.
Al futuro hay que repararlo ahora, después de roto, cuando llegue, ya no tiene arreglo.