sábado 20 de abril, 2024
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Tecnología y trabajo desde una perspectiva de género

Estudio Signorelli & Altamiranda
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Estudio Signorelli & Altamiranda

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Por la Dra. Alejandra Altamiranda
Para el Estudio Signorelli&Altamiranda
Días atrás participamos de una conferencia dictada por la Profesora de la Universidad de Castilla de La Mancha, Ma. Luz Rodríguez Fernández, cuyo perfil queda suficientemente claro con sus muchísimas publicaciones sobre trabajo a través de plataformas y en particular el trabajo desde la perspectiva de género, entre otras muchas: El trabajo durante la crisis sanitaria de la COVID19 desde la perspectiva de género, Efectos de la crisis económica sobre el trabajo de las mujeres, Igualdad de género y crisis económica y El impacto de la economía digital en las condiciones de trabajo y empleo.
Y desatacaba que de acuerdo a los estudios multidisciplinarios, el impacto de la tecnología es menor si en lugar de medirlo sobre las ocupaciones, se lo hace en relación a las tareas. O sea, el análisis en cuanto a número de empleos y la eventual desaparición de ciertas ocupaciones debe dar lugar a otra óptica, que consiste en analizar los cambios que se habrán de producir en las tareas propias de cada ocupación por la incorporación de tecnología.
La perspectiva de análisis nos parece muy oportuna, puesto que no todo es automatizable, sino que la enorme mayoría de las tareas, o sea, el trabajo ejecutado directamente por personas, puede recibir un fuerte complemento de la tecnología, pero no es totalmente desplazable y/o sustituible por ésta.
La confusión parte de analizar las relaciones laborales en contextos industriales o fabriles. Pero lo que viene ocurriendo –y en definitiva nos interesa destacar- es que se ha hablado mucho de cómo los robots y la inteligencia artificial iban a desplazar al trabajo de los humanos. Pero la pandemia nos mostró otra cosa: hizo visible el trabajo del personal de la salud, de limpieza, de quiénes cuidan a las personas mayores en las residencias y en sus casas y además limpian, cocinan y cuidan a niños en esos hogares, de las llamadas amas de casa que hacen mandados, recogen la basura y en general se encargan de todos los cuidados del hogar y que no integran la Población Económica Activa o -peor aún- si no tiene un trabajo subordinado, se las considera inactivas.
Esos trabajos son desempeñados mayoritariamente por mujeres, a lo que cabe agregar en nuestro país la fuerte feminización en el sector financiero, algunas áreas de la agricultura y otras profesiones.
Y a pesar de que parecieran ser tareas no desplazables por tecnología, están lejos de ser las mejores consideradas, ya sea en términos de salarios (donde la brecha es marcada) como en las demás condiciones laborales.
Ahora bien, la escasa posibilidad de ser sustituido por medios mecánicos con tecnológicos se traduce en una fortaleza del trabajo humano, en el caso, femenino. Para concretar esto, las mujeres debemos participar sustantivamente en los centros de decisión.
De modo que la pandemia ha tenido una consecuencia fundamental en el mundo del trabajo, una nueva o diferente dimensión del trabajo humano y el valor que el mismo tiene, lo que se ha hecho particularmente visible en actividades y sectores de marcado predominio de mano de obra femenina.
No obstante, no es posible desconocer el fuerte desarrollo, incorporación e impacto de la tecnología. Del equilibrio entre estos dos factores dependerá el resultado.