Por Gustavo Varela
Elecciones internas de 1999 nuevamente el Partido Nacional enfrascado en una lucha fratricida, desangrándonos como otras tantas veces.
En las elecciones nacionales posteriores el Partido Nacional sale por primera vez tercero y nuevamente a tratar de reorganizarnos.
Como tantas veces.
Ingresa al Senado, quien fuera Intendente de Paysandú por períodos sucesivos, Jorge Larrañaga.
Comienza un trabajo titánico; lo atinente a la responsabilidad propia de un legislador y suturar las graves heridas que habían quedado.
Para peor, las siete plagas azotan al Uruguay.
Ese fue el inicio del liderazgo nacional de Jorge Larrañaga quien dejó la vida terrenal, el domingo pasado.
En aquel momento en el que era un horizonte incierto, que parecía condenar al ostracismo a nuestra colectividad política, Jorge repitió una y mil veces “para adelante están las casas, siempre para adelante”.
Se puso al hombro al Partido Nacional en tiempos donde mirar atrás, significaba encontrar pocos dirigentes con ganas de poner el pecho a las balas. Como en los versos sobre Chiquito Saravia, “no mira cuantos le siguen, ni cuenta cuantos le aguardan”.
Aún así logró la más alta votación individual, que candidato alguno dentro del Partido, obtuviera en unas elecciones.
Había orden de no aflojar.
Se convirtió en Jefe del Nacionalismo en la era dorada del Frente Amplio en el gobierno.
Siendo mayoría, cuidó extremadamente a todo el Partido, pues sabía que se puede ganar una elección con una colectividad dividida, pero no se puede gobernar.
En las siguientes elecciones, pierde las internas y vuelta al llano.
Golpe fuerte, pero había que seguir remando, pues el servicio era su vida.
Tenía el derecho legítimo, de dejar que otros fueran los que enfrentaran a la aplanadora que había enfrente. Sin embargo, no puede dejar huérfano de Wilsonismo al Partido Nacional, y acompaña en la fórmula al ganador.
Se pierde lejos. Es que el candidato del gobierno parecía imparable.
Siguió recorriendo al País de punta a punta, pues aquella vocación de servicio no era casual.
Vuelven las elecciones, y todo indicaba que era el candidato cantado, pero… en el tramo final vuelve a tener menos votos que el ganador.
Fue el famoso día de “la última vez que subía las escaleras del Directorio”, dicho en caliente, minutos después de saberse el resultado.
Parecía el final.
Para un líder político normal, era indudablemente el fin. No había manera de levantarse.
Sin embargo… “seguía habiendo orden de no aflojar” y su Partido lo precisaba.
Pero había expresado que… ¡nada!
Un momento de enojo no podía ser más fuerte que el amor por la divisa, y nuevamente dejando todo en la cancha recorre de punta a punta el Uruguay en la fórmula presidencial.
Como tantas veces, el Partido no alcanza la victoria.
El rival parecía seguir siendo exuberante, pero entraba en la fase final.
(Continuará)
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