Por Leonardo Vinci.
Cuando el General Lecor le dijo a los Entrerrianos que Artigas estaba vencido, buscando por todas partes un asilo entre los montes, y que sus caudillos fueron prisioneros o dispersos, el 4 de julio de 1818, el General Fructuoso Rivera derrotó al ejército invasor en la épica e increíble Batalla del Queguay Chico.
Artigas había sido abandonado por el Cabildo, el Presbítero Larrañaga, el Comandante Bauzá, los hermanos Manuel e Ignacio Oribe y numerosos oficiales. Ya habían caído presos Bernabé y Lavalleja.
Rivera era el único y el último de los oficiales de importancia y renombre que continuaba peleando.
El Mayor Bentos Manuel informaba que en la madrugada de ese día «foi atacado o Campamento de Artigas, batida, e dispersa a forja, que alí havia, e que se supunha de mais de 500 homens» quedando en el campo unos 100 muertos, contándose entre éstos al Comandante Latorre, que servía de Mayor General de Artigas, y el Mayor Felipe Duarte, Comandante de la Infantería de Rivera. «Já depois do combate apareceu Frutuozo Ribeiro, que tendo seu campo na distancia de huma legoa do lugar do conflito, vinha socorrer Artigas con cavallaria».
Según las «Memorias de los Sucesos de Armas», los portugueses penetraron el campo a las 4 de la mañana por un flanco y lograron envolver a más de 800 hombres de Infantería que huyeron al monte.
La caballada hizo otro tanto, y cuando el día facilitó su luz, Bentos Manuel era dueño de todo, hasta de dos piezas de artillería, municiones, equipajes, caballada, etc.
En esta jornada se apoderaron los portugueses de Don Miguel Barreiro y de su esposa; éste se hallaba encadenado por orden de Artigas.
A las 8 de la mañana apareció el Gral. Fructuoso Rivera con 800 hombres de caballería sorprendiendo a los invasores, y pudo remediar en parte todo aquel gran mal que habían ocasionado.
Bentos Manuel se vió derrotado; perdió sus caballadas y escapó por un milagro, habiendo tenido que retirarse hasta el Dayman, aprovechando los montes, y favoreciéndose por las crecientes de los ríos.
Las fuerzas que acompañaban a Artigas habían sido prácticamente aniquiladas horas antes, y al decir de Reyes Abadie «La intervención de Rivera salvó al Caudillo de un desastre total…» o sea, ser apresado o muerto.
Ese día, Don Frutos no solo acudió para «socorrer» a Artigas, sino que lo hizo para salvarle la vida. ¡Esa es la verdad histórica!
Justo Maeso escribía en 1885 sobre «el indomable espíritu de resistencia oriental» ante la invasión portuguesa «Triste es decirlo, (pero) de todas esas glorias y sacrificios no se conservan en los Archivos de la República, un parte oficial entre los Jefes y el Cabildo, un informe algo minucioso y auténtico, o algunos documentos comprobatorios… Hay por necesidad que buscar informes en los libros de los enemigos. Todo ha desaparecido, se ha quemado o se ha perdido, como si no fuesen esos sagrados papeles los girones del corazón de un pueblo, arrancados a pedazos de él, durante el martirio de su aborrecida conquista; de esas sucesivas campañas, esas cruentísimas batallas, esas retiradas incomparables, en todas las cuales los orientales, día a día, durante cuatro años atestiguaban al mundo sorprendido su heroísmo y su incontrastable decisión de defender la patria o morir…»
¿Dónde fueron enterrados los héroes que cayeron en esas batallas olvidadas? ¿Dónde está el granito y el bronce que recuerde el coraje y el valor de quienes pelearon y defendieron esta tierra?
Al decir de Zorrilla de San Martín «¿Será que sólo fueron sus esfuerzos de ayer fugaz aliento que pasó como el ave que no deja ni rastro de sus alas en el viento?»
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