sábado 20 de abril, 2024
  • 8 am

Ni máquinas ni zapallos

César Suárez
Por

César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
Un proverbio popular reza, “mientras marcha el carro, se acomodan los zapallos” que, dicho de otro modo, cada zapallo va encontrando su lugar dentro de la carga como consecuencia del movimiento que genera la marcha y los avatares del camino.
Las colectividades humanas suelen seguir el mismo camino y cada individuo va encontrando su lugar, muchos porque la dinámica del tiempo los va colocando donde el destino los lleva y otros, a diferencia de los zapallos, van buscando activamente su lugar de acuerdo a sus inquietudes, sus habilidades, y su voluntad.
De ese modo, cada sociedad va avanzando al ritmo del conjunto de las personas que la integran, cada uno ejerciendo su papel y ocupando su lugar.
Como las personas no son zapallos y hay muchos que no se conforman con el lugar que el movimiento social los deposita, luchan activamente por el sitio donde aspiran a estar, ya sea por vocación, por necesidad, por prestigio o por ambición económica
La necesidad, las oportunidades y la pericia van generando habilidades que cada uno ofrece de acuerdo a la demanda que el conjunto comunitario requiere y van surgiendo de ese modo en el medio rural los baqueanos y a nivel de la ciudad, los idóneos, pero hay actividades que requieren una preparación más formal, más profesional y entonces surgen las carreras que tienen sus programas, su preparación y sus exigencias, que dan un título supervisado por el Estado y que aseguran la capacidad, la habilidad y la destreza que le dan garantía dentro de límites razonables a los usuarios acerca de la pericia del profesional contratado.
Las carreras oficiales se han ido multiplicando generadas por instituciones de prestigio, siendo la Universidad de la República el máximo exponente a través de las carreras universitarias, pero también otros institutos que expenden títulos oficiales tales como la Universidad del Trabajo, los Institutos magisteriales, los Centro de Formación de Profesores, centros de investigación y otras carreras en la órbita privada que requieren de la supervisión del Estado.
Nuestro País tiene una corta historia que aún no llega a los doscientos años y tuvo que ir creando instituciones que le permitiera formar sus propios técnicos.
La Universidad de la República que actualmente alberga muy numerosas carreras, fue creada hace poco más de ciento setenta años y entre las diferentes opciones, los que aspiraban a ser médicos, tuvieron que esperar hasta mil ochocientos setenta y seis, (hace ciento cuarenta y cinco años) para cumplir con su anhelo de iniciarse en la formación de esta carrera.
Los programas de la Facultad de Medicina exigen una larga y minuciosa formación con extenuantes instancias de evaluación hasta la obtención del título muchos años después, habitualmente seguido por una necesaria especialización que permita abarcar con idoneidad y destreza una de las tantas ramas del conocimiento médico.
El título obtenido le confiere al médico una inconmensurable responsabilidad de tener que tomar decisiones sobre el bien más sagrado de cada individuo, el manejo de su salud.
Una vez obtenido el título, el papel del médico tiene que ir mucho más allá del análisis de la sintomatología, indicación de exámenes, establecer uno o más diagnósticos, prescribir un tratamiento medicamentoso o practicar técnicas corrientes o sofisticadas para intentar restablecer el desequilibrio diagnosticado, quizás todo eso, con la tecnología actual podría día realizarlo una máquina robotizada.
Las personas no somos zapallos ni somos máquinas y cada uno de nuestros padeceres están fuertemente influenciados por las emociones y las circunstancias que demandan un vínculo especial acordes a las vivencias década individuo enfermo.
En la práctica cotidiana, en el ejercicio de la medicina, no alcanza con ser el profesional con todo el conocimiento técnico de última generación, es necesario entender que cada individuo es diferente, aunque tenga el mismo diagnóstico que otra persona que acabamos de ver, cada uno tiene sus vivencias personales, sus inquietudes, sus emociones que inciden decididamente en la percepción que cada uno tiene o cree que tiene y es necesario rastrear que es lo que le está pasando por su cabeza más allá de explorar su sintomatología con la tecnología más sofisticada es necesario incursionar empáticamente en la realidad emotiva y social de cada paciente y acompañarlo minuciosamente en todas sus inquietudes que inciden inevitablemente en el equilibrio de la salud de cualquiera.