jueves 18 de abril, 2024
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Cartas a Cambio

Montevideo, 30 de noviembre de 2021
-Sr Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay
Francisco Bustillo
-Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de Italia
On. Luiggi Di Maio
-Sr. Embajador de Italia en Uruguay
Giovanni Battista Iannuzzi
-Sra. Alessandra Crucinola
Jefe de la Cancillería Consular en Montevideo
De mi consideración:
Con fecha martes 23 de noviembre de 2021, a la hora 08.54 y de acuerdo a lo establecido por el sistema en Internet de la Embajada de Italia en el Uruguay, que es de carácter internacional, me presenté en la oficina consular de José Benito Lamas 2857, de esta capital.
La dirección donde presentarme, así como la inscripción para renovar mi pasaporte fue el resultado de una laboriosa búsqueda que duró varias semanas y con cientos de intentos en el mencionado sistema en Internet (Prenot@Mi). Primero me dieron la fecha para dos meses más adelante y me exigieron que 10 días antes confirmara el trámite.
La confirmación del trámite fue toda una aventura tecnológica, por el pésimo diseño de todo el sistema.
Pero finalmente munido de todos los documentos reclamados: cédula de identidad uruguaya vigente, fotocopia, dos fotos carnet sobre fondo blanco, el valor exacto en pesos uruguayos al cambio del día correspondiente a 116.00 euros, porque esa oficina no proporciona vuelto y naturalmente el pasaporte italiano, me presenté en la oficina consular.
Esperando en la puerta, compruebo que ninguno, absolutamente ninguno de los datos de las placas de bronce instaladas, contiene una sola información válida. Por ejemplo, figura que los días martes la oficina funciona a partir de las 13.00 horas; y a una familia que estaba allí y a mí nos habían citado para antes de las 9.00 horas.
Entré en la recepción de la oficina, que se parece a un bunker de una cárcel. Vidrios blindados, obligación de dejar bolsos y celulares en casilleros con una llave para cada usuario, arco de control de metales, puerta blindada para penetrar a las instalaciones internas.
Ingreso a un jardincito de pocos metros, lo recorro hasta una pequeña sala con 4 asientos y un mostrador. En ambos casos los funcionarios comprueban que yo estoy inscripto y confirmado. Aforo de la sala de espera: 4 personas, por lo tanto yo tengo que esperar afuera, literalmente, en sillas situadas a la intemperie. Si llueve, recomiendo llevar un toldo propio.
Me anuncian que seré llamado por una pantalla de televisión y me señalarán una de las 4 posiciones de atención al público, situadas detrás de una puerta corrediza y una de ellas con acceso desde el jardín.
Espero aproximadamente de 10 a 12 minutos y me presento en la posición tres. Un funcionario que tiene todo mi legajo completo, es decir copia de los formularios de todos los pasaportes que a lo largo de los años yo saqué en el consulado (ahora ya no es más un consulado, lo rebajaron a Oficina Consular), me solicita los diversos materiales. Cumplo con la entrega de cada uno de ellos, hasta que me pregunta por mi estado civil y a partir de allí todo se derrumba. Me dice que tengo que obtener un certificado de mi estado civil y que salga nuevamente a la sala de espera, allí el personal en el mostrador me dirá qué nuevo trámite debo hacer para obtener el pasaporte. Ya me adelanta, en tono totalmente profesional, que tengo que obtener el certificado de mi estado civil, traducirlo al italiano, apostillarlo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay, iniciar un trámite de inscripción en una oficina en Avenida Brasil 2980 y cuando se complete todo, junto con la inscripción realizada en ese momento, incluyendo huellas digitales, y los demás documentos y fotos en su poder, me entregarían el pasaporte. Lo pongo en condicional, porque así me lo dijeron.
Monto en cólera, yo tengo el derecho de tener un pasaporte porque nací en Italia el 12 de marzo de 1948 y no me están haciendo ningún favor especial y nunca, absolutamente nunca, me pidieron ese trámite, que supuestamente corresponde a una ley que está en vigencia desde siempre. Les digo que no quiero el pasaporte, que utilizaré el uruguayo que lo obtuve en un trámite de 10 minutos, fotos incluidas y que se coloquen el pasaporte donde mejor les plazca. Y que me daba asco la burocracia y el tratamiento que nos daban a los italianos.
Salgo al patio, me dirijo a la puerta blindada, toco el timbre y nadie me responde ni me abre la pesada puerta; pasa una persona y me dice que tengo que esperar para hablar con no sé qué jerarca, porque le falté el respeto a un “público ufficiale”. Lo cierto es que violando cualquier ley de cualquier país, se atribuyen el derecho de impedirme salir de esas oficinas, no solo, se me aproxima con todo su brillante uniforme un carabinero (policía militar). Al que recibí – por cierto – no muy amigablemente.
Obviamente le pregunto en un tono no muy amistoso qué estaba haciendo allí cerca mío y me contesta que es la “prattica”. Aclaro que todos los diálogos fueron en italiano, lengua que creo manejar perfectamente, así que no hubo ningún mal entendido.
Le digo al carabinero por qué no llaman a la policía uruguaya, como hicieron con el joven de 35 años Luca Ventre, hijo de un amigo personal y muerto por asfixia el 1 de enero de 2021 dentro de los terrenos de la embajada italiana de Montevideo, por un agente policial uruguayo, que nada tenía que hacer en territorio italiano. El carabinero me contesta que ese es otro asunto. Ya la situación estaba saliéndose de control.
En ese momento se presenta la “Capo Cancelleria Consolare” Alessandra Crucinola y su vice Paola D´Antonelis y en tono muy profesional y amable, parados los tres en el medio del jardín, me tratan de explicar la situación. Yo les reitero que todo el trámite, desde obtener fecha para la renovación, hasta que me exijan un nuevo trámite para darme el pasaporte, cuando NUNCA ANTES ME LO SOLICITARON NI ME INFORMARON DEL MISMO, no pienso hacerlo, que no pisaré nunca más esas oficinas y que no quiero el pasaporte, viajaré con el pasaporte uruguayo, que obtuve en 10 minutos.
En medio de la conversación con ambas señoras le pregunto al carabinero, en el tono que corresponde, que estaba haciendo allí a pocos metros y me insiste que es el reglamento.
Demás está decir que con mis 73 años, no tengo hijos menores de edad. Ni siquiera me lo preguntaron…
Muy amablemente la señora Crucinola me escribe su email, por si quiero contactarla directamente.
Me retiro, no sin antes hacerles un favor, anunciarles que las chapas de bronce colocadas en la parte exterior de las oficinas estaban totalmente torcidas y daban una pésima imagen.
Me retiro aproximadamente a las 10.00 horas. Todo sucedió en una hora.
Estoy haciendo las consultas legales para saber si los funcionarios del consulado tienen algún derecho para retenerme dentro de las oficinas, al no abrirme la puerta correspondiente y a partir de allí tomaré las medidas correspondientes.
Soy italiano desde que nací, obviamente, quiero y defiendo a Italia, a otra Italia, a la que yo conocí y que nos abrió su corazón y su alma a los uruguayos exiliados, trabajé en Italia como periodista, tengo muchos amigos italianos, algunos importantes dirigentes políticos o colegas periodistas, nunca pedí un favor personal para agilizar o facilitarme un trámite. Nunca, ni siquiera pido pensión o jubilación por mi trabajo, y desde que regresé a Uruguay en 1985, debo haber viajado a Italia más de 40 veces.
Incluso recibí un título honorífico de parte de las autoridades italianas: Commendatore dell’Ordine della Stella della Solidarietà Italiana.
Al principio consideré que se trataba de un tema personal, pero por la cantidad de mensajes recibidos, los comentarios a mi columna en Montevideo.com.uy y las denuncias sobre que existe una organización que gestiona comercialmente la obtención de números y cuyo contacto y conexiones estoy averiguando, ahora estoy seguro de expresar el malestar de mucha gente que está obligada a utilizar ese perverso mecanismo.
Además de la bronca que esta situación absurda y burocrática me produce, me duele en el alma comprobar el nivel de la decadencia y de la burocratización de la Embajada de Italia.
Por todo lo anterior, escribo esta carta abierta. Los italianos en el exterior, además de tener derecho a votar en forma limpia y sin manipulaciones y trampas, tenemos derecho a ser tratados como personas y no como molestias en el momento de recibir el pasaporte, que por otro lado pagamos religiosamente.
Les saludo distinguidamente
Stefano Valenti (Esteban)
12 de marzo de 1948
P.D. Ya les anuncié a mis amigos y a los otros, que pueden seguir llamándome “Tano· porque no hay burócrata, por más encumbrado que esté que pueda sacarme mi condición de “Tano”. Es más me siento todavía más “Tano” por no agachar la cabeza ante tanto atropello, que tengo dudas que sea solo burocrático.
A través de una nota del profesor Juan Raso en Gente d‘Italia https://www.genteditalia.org/2021/11/26/vietato/ me entero que en una nota en El País de Montevideo, se informa de una empresa que hace los trámites para la ciudadanía y el pasaporte italiano.
https://www.elpais.com.uy/vida-actual/uberizacion-ciudadanias-italianas-manos-empresa-uruguaya.html.
La empresa se llama “quiero ser italiano” y se puede tomar contacto por Whatsapp al 098 693 674 o ingresar a www.quieroseritaliano.com.
Sería obligatorio que las autoridades italianas se informaran y nos informaran como hace una empresa comercial a obtener pasaportes y la ciudanía italiana.