jueves 2 de mayo, 2024
  • 8 am

La felicidad

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce
De León
Cuántas veces nos preguntamos ¿será feliz?, ¿soy feliz? No creo que me corresponda decir quién es feliz y quién no lo es, ya que es personal el lógralo y es un estado muy propio de cada persona. Puedo demostrar algo y no tiene porque ser real, ya que el corso va por dentro. En una oportunidad una persona me llamó para que la ayudara a demostrar su agradecimiento, la felicidad que tenía internamente, por todos los favores y ayudas recibidas. Recuerdo que lo primero que le comenté es que eran muy personales sus sentimientos y que unos le podían entender y otros no. “Pero no me importa lo que me digan, soy y estoy inmensamente agradecida y feliz por lo recibido. Fíjate, Gerardo, que no tengo palabras para mi gente, para todos los que me rodearon en esos momentos. Estoy feliz porque gracias a Dios y a ellos, estoy entre ustedes. ¡Cómo no voy a agradecer a tanta gente que rezó por mí! Soy FELIZ”.
Su relato iba entre el agradecimiento y la felicidad, se mezclaban ambos y ya que lo sucedido, me daba cuenta que hasta uno que escuchaba lo que había pasado en su vida, me llevaba a darme cuenta de que la mezcla era algo natural y que sentía lo mismo. La alegría y agradecimiento “le salía por los poros” y lo que le comenté fue: “toma un lápiz y una hoja y deja que escriba tu corazón y si quieres, después lo leemos entre ambos”. Sé, muy bien, que mi fuerte no es la escritura, pero pensé que era la forma de que su agradecimiento, su felicidad, saliera a flote y el escrito iba a ser el verdadero reflejo de su corazón. Pensé que iba a salir su felicidad por intermedio de un lápiz y una hoja. De mi parte saldría un floreo de palabras y le faltaría el condimento de la felicidad y lo más importante, no lo escribía con el corazón, por más que me compenetrara en su relato.
Después de la charla, me preguntaba ¿qué es la felicidad? Frente a lo que terminaba de vivir, me di cuenta que esta persona era feliz, por haber descubierto al AMOR. Se sintió querida, apoyada, contenida, pero lo más importante, fue tratada como un ser humano, con sus virtudes y defectos, pero que para muchos era algo importante; no con esto quiero decir que no lo fuese antes, sino que frente a un momento difícil de su vida, encontró algo más que una ayuda, que mucha gente sentía empatía con ella, y que muchos, sin conocerla, trataron de darle fuerza, atreves de la oración. Hoy al verla, tratando o ya volviendo a su vida normal, siento la fuerza que da, todo este conjunto de ayuda.
Lo que está demás decir es que entiendo y comparto su felicidad. En el empuje que le daba su relato, las ganas de contar lo que sintió, nunca faltó: su familia y Dios. Las dos personas que más me nombró, y me llego a contar que sentía la presencia de todos ellos (la fila) y de Dios, en los momentos de lucidez que tenía, y su mente quería estar en la de su familia, de saber que estaban pensando y pasando. Y volvía a su letargo, a su lucha, inconsciente por sobrevivir.
Como conclusión de mi escrito, les puedo decir o escribir que no existe felicidad, si no hay AMOR. Disculpen si se me entreveraron las ideas o relato, pero muchas veces, me ha sucedido de sentir como propio o pasar a ser un integrante más del lo que escucho o vivo.