jueves 25 de abril, 2024
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Muy fácil

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
No siempre nos resulta fácil asumir nuestras limitaciones.
Solemos, con mucha mayor facilidad, responsabilizar a los demás que a nosotros mismos.
Sí, es muy fácil reprochar a los demás. Es muy difícil reprocharnos a nosotros.
En el momento o más tarde, somos conscientes de nuestra responsabilidad con el error cometido pero ello lo callamos para continuar, en nuestro relato, responsabilizando a los demás.
Puedo decir que me cuesta aceptar a una persona por su forma de pensar o actuar y pretendo que la otra persona cambie pero muy difícilmente me proponga cambiar para, por lo menos, respetar al otro en su manera de ser.
En oportunidades hablamos de autocrítica como una necesidad de vida pero, muchas veces, hacemos de ella una mera formalidad.
La verdadera autocrítica es aquella que nos mueve a un cambio personal.
La verdadera autocrítica no es una simple formalidad sino que es algo que nos involucra puesto que nos debe ayudar a un cambio fundamental en nuestra vida.
No alcanza con reconocer nuestros errores sino que debemos asumir todo un proceso que nos impulse a una modificación de los mismos.
Existe una corriente de conducta que sostiene que no es muy conveniente centrarnos en nuestros defectos puesto que ello sería, algo así, como empeñarnos en una tarea que está perdida de antemano.
Nuestros defectos son parte de nuestra forma de ser y debemos asumirlos como tales.
Pero, así como tenemos esos defectos que debemos asumir, también tenemos esas virtudes que pueden contrarrestar a los mismos.
Es, entonces, que lo productivo no es quedarnos en nuestros defectos sino potenciar esas virtudes, que también hacen a nuestra forma de ser.
Potenciando nuestras virtudes estaremos haciendo que nuestros defectos vayan perdiendo fuerza en nuestra realidad por más que sepamos que continúan estando en nosotros.
Es muy fácil responsabilizar a los demás pero lo verdaderamente importante es comenzar a empeñarnos en modificar nuestra postura de ver y comportarnos.
Es muy fácil pretender que los demás cambien pero lo verdaderamente importante es empeñarnos en cambiar nosotros.
¿Quién soy yo para pretender que los demás actúen o piense como lo hago yo?
Es mucho más exigente el comenzar a empeñarnos en un proceso de aceptar y respetar al otro sin que ello implique comparta su manera de comportarse.
Es mucho más exigente empeñarnos a crecer en solidaridad que vivir combatiendo nuestro egoísmo.
Debemos animarnos a convivir con nuestros defectos pero sin resignarnos a aceptarlos.
Debemos asumir nuestras virtudes y ponernos a acrecentar su presencia en nosotros sin que ello sea un acto de pedantería sino nuestra forma de crecer y madurar como seres humanos.
Todos somos una mezcla de virtudes y defectos y debemos asumir que ello es así.
Lo importante no es quedarnos en nuestros límites sino intentar potenciar nuestras virtudes.
Actuando de esa manera estaremos, sin proponérnoslo haciendo que nuestros defectos mitiguen la fuerza en nuestro actuar.
Claro que para ello es que debemos por comenzar a desterrar eso que es muy fácil y muy normal como es el hecho de responsabilizar a los demás.
Estamos llamados a convivir con los demás pero no a cambiarlos.
Los cambios en nuestra conducta no los debemos poner como responsabilidad y deber de los otros. Cada uno es responsable de sus cambios.
Los demás nos pueden ayudar o motivar pero no pueden cambiarnos.