sábado 20 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada

Guani “Alma” Dos Santos:
“Yo fui educado para carrerista, borracho y mujeriego”

El almismo es un movimiento reunido a mí alrededor de acuerdo a mi manera de ser. Yo cometí esos errores que ya le mencioné y que volvería cometer de nuevo llegado el caso, porque soy rebelde, porque no me gusta que me toquen lo que Ud. sabe. Tengo la rebeldía propia de los uruguayos, de aquel viejo que se fue a las cuchillas, Aparicio Saravia. El almismo es una filosofía de vida. Yo trato de enseñarle a mi manera a la gente de Artigas, porque esta nota está dirigida a los artiguenses, que la vida pasa, las vanidades se van y uno tiene que disfrutar de ella y hacerse todos los gustos. Eso es el almismo.
-No me queda claro. Vamos a un ejemplo práctico. Yo quiero afiliarme al almismo, ¿Qué condiciones debo tener?
-Ud. no puede ser almista, porque es un cajetilla de Montevideo.
-Se equivoca dos veces. Ni cajetilla ni de Montevideo…
-… Tiene que ser especial, porque si es medio vejiga como la mayoría de los montevideanos, no puede. Si por ejemplo va a la ópera, o ¿cómo es ese teatro?… al SODRE. O le da por escuchar música clásica, no aprueba el ingreso al almismo, jajajajaja… Si Ud. no prueba unos traguitos, si no es rebelde y si se deja tocar… tocar lo que sea. Si permite que lo empujen Ud. no puede ser un almista. Los almistas son personas íntegras, sinceras, bien de pueblo. Los pitucos no pueden ser almistas, los aristócratas tampoco.
-¿Cuáles son las incompatibilidades entre los almistas y los ricos?
-Los ricos se tragan a los pobres. Como dijo Mafalda “no se amasa una fortuna sin hacer harina de alguien”… los ricos son insensibles y ventajeros. No tienen nada que ver con nosotros los almistas.
-Sin embargo el líder es un hombre rico.
-¡Nada de eso! Ahora lo voy a reventar Ud. Emplee el término que quiera si no le gusta la palabra reventar…
-Me parece muy apropiada, ya soy casi un almista.
-Yo tengo apenas mil hectáreas de campo. Fui dejado afuera de la gran fortuna de mi familia, por ser liberal, por tomar copas…
-¿Fue desheredado?
-Escuche, déjeme terminar. Por tener caballos de carrera, por actuar en política, por haber defendido a los peones que mi padre pagaba mal. Mis hermanos tienen siete u ocho mil hectáreas cada uno y no viene al caso hablar de los problemas familiares. Soy un hacendado chico y tengo un título de abogado. Como profesional trabajo muy bien, gano mucho y gasto todo. No les cobro a los pobres y me emborracho si tengo que emborracharme. Y lo digo públicamente porque con copas o sin copas, respeto a todo el mundo. Sé tomar y me conduzco con categoría, con la clase de un almista, por algo soy el conductor de este movimiento. No podría ser rico, porque los ricos no saben vivir y se pasan acumulando capitales perjudicando a sus congéneres. Tampoco acepto plata de los ricos, porque estos dan dinero para llegar a cargos importantes y después poder ponerles la argolla a los políticos. Para Marx el opio de los pueblos era la religión, para mí es el dinero, los grandes capitales improductivos. Eso trae como consecuencia que la mayoría del mundo pase hambre. La misión de los políticos nuestros es acabar con esa situación, porque sino seguirá creciendo el Frente Amplio.
-Lo voy a reventar a Ud. ahora. ¿Su papá, que es uno de los hombres más rico de Artigas, es almista?
-¡No y tampoco lo acepto! Es demasiado rico, y como todo rico egoísta.
-¿Cuánto capital tiene su padre?
-Es incalculable. Junto a mis hermanos debe tener más de treinta mil hectáreas de campos excelentes, bien regados. Además de un molino arrocero y varias agroindustrias. Tiene sesenta y ocho años y dicen que yo me parezco mucho a él, en la forma de vivir.
-¿Su padre no lo votó?
-Ni él ni mis medio hermanos. Al contrario, entregaron vaquillonas y miles de dólares a mis adversarios. El único que me votó en la familia fue mi hermano legítimo.
-¿Por qué Ud. no tiene la misma cantidad de campo que sus hermanos?
-Porque mi padre hizo una sociedad anónima con ellos y me dejó afuera. En este país la justicia se burla muy fácilmente. Por eso a mí me gustaría hacer una reforma en el Poder Judicial. Yo tuve participación muy activa en un caso muy pero muy famoso de Artigas. Un estanciero muy poderoso mató a tiros a un peoncito rural en circunstancias oscuras y sin testigos. Luego de un trámite judicial absolutamente irregular, fue condenado por homicidio ultraintencional y le dieron dos meses de cárcel. Como había muchos intereses en juego, ningún abogado quería meterse, pero yo me animé a hacer la reclamación civil a favor de la familia del muerto. En primera instancia lo gané y el juez otorgó una indemnización de treinta mil dólares. La sentencia fue apelada y los tres jueces del Tribunal de apelaciones fallaron en contra de mis defendidos. Finalmente plantee un recurso de casación ante la Suprema Corte y ésta falló unánimemente dándome la razón y mandando a sentar jurisprudencia. El juicio fue la comidilla del pueblo. Si Ud. quiere saber qué intereses políticos se movieron, qué caudillos presionaron, qué promesas se hicieron, vaya a Artigas y averigüe. Se va a caer de espaldas. De cualquier manera: ¿Ud. cree que una vida humana puede tratarse en tan poco dinero? ¿O las personas de extracción humilde valen menos que otras? Yo me jugué por la familia de un peón, ultimado por un rematador con protección política. Y no me tire la lengua que de pronto le digo nombre y apellido del caudillo…
(La próxima semana continuará)


Datos extraídos de selección de entrevistas de César Di Candia publicado por diario El País.